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Una respuesta adventista al sida

El sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) se propaga cada vez más semana tras semana, hasta el punto en que ya tememos por nosotros mismos y por nuestras familias. Nos preocupa el hecho de que no haya vacunas ni curación a la vista. Queremos ser fuertes, pero nos sentimos impotentes ante la que se ha convertido en la plaga de nuestros días.

¿De qué manera responderán los adventistas a esta crisis mundial? ¿Cómo reaccionarán los administradores de la iglesia, los dirigentes de las instituciones educativas y sanitarias, y las iglesias locales? ¿Cómo responderá cada miembro? Por medio de sus respuestas a la epidemia del sida, los adventistas dejan patente su misión y propósito. Hemos de preguntarnos: «¿Revelan claramente nuestra misión y propósito el rostro y el corazón de Dios reflejados en la vida y las acciones de Jesucristo?». Si deseamos revelar el amor redentor de Cristo, hemos de diferenciar entre la enfermedad y las cuestiones morales, y mostrar una actitud compasiva y positiva hacia las personas que padecen sida, ofreciéndoles aceptación y amor, y proveyendo para sus necesidades físicas y espirituales. Deberíamos sentirnos avergonzados ante el rechazo social que experimentan quienes sufren esta enfermedad.

Hemos de estar adecuadamente informados sobre los peligros del sida y sus vías de contagio, y utilizar esta información para protegernos nosotros y para que los demás sepan qué pueden hacer para prevenir el contagio.

¿Qué es el sida?

El sida es una enfermedad contagiosa causada por el «virus de inmunodeficiencia humana» (VIH). Este virus se introduce en el torrente sanguíneo destruyendo una parte vital del sistema inmunológico del organismo. Esto hace que el organismo sea incapaz de defenderse contra una amplia gama de infecciones y ciertos tipos de cáncer.

La ciencia médica trabaja intensamente para combatir el sida. Existen algunos medicamentos que retrasan el comienzo de la enfermedad, y otros que se han demostrado eficaces contra algunas de las infecciones que adquieren los enfermos de sida. A pesar de ello, hasta la fecha no existe vacuna ni cura contra el sida, ni se espera contar con ninguna en un futuro cercano.

¿Cuáles son los síntomas del sida?

Inmediatamente después de contraer el virus, los seres humanos pueden transmitir la enfermedad aunque ellos mismos se sientan bien y no presenten ningún síntoma de la misma. Los análisis de sangre que se suelen realizar para detectar la presencia del virus dan resultados negativos entre los dos y seis meses posteriores al contagio y, en algunos casos, hasta los doce meses. Incluso cuando el análisis de sangre da resultados positivos, los enfermos por lo general siguen sin presentar síntomas durante varios años. Durante este período de incubación pueden seguir contagiando a otras personas. Por lo general, el sida se desarrolla entre los cinco y quince años posteriores al contagio. Hasta el momento (1990), parece ser que casi todos los infectados por el VIH tarde o temprano presentarán síntomas y morirán de esta enfermedad.

La etapa intermedia de la infección presenta diversos síntomas que incluyen la pérdida de apetito, una pérdida drástica de peso, fiebre, erupciones cutáneas, inflamación de los nódulos linfáticos, diarrea, sudores nocturnos, fatiga y debilidad. Los enfermos de sida pueden morir como resultado de esta etapa, sin haber desarrollado las infecciones específicas asociadas al sida. Debido a las infecciones, los enfermos de sida suelen sufrir recaídas de neumonía, infecciones bucales, de garganta y de los intestinos, diarrea, pérdida de peso, fiebres prolongadas y cánceres pocos comunes. El virus también puede atacar al sistema nervioso y dañar el cerebro, provocando pérdidas de memoria y de coordinación, debilidad y alteraciones de la personalidad.

Impacto global del sida

Se ha informado de la existencia de casos de sida en casi todos los países del mundo. Durante la década de los ochenta, el sida se convirtió en una pandemia internacional de tal magnitud que el número de personas que presentaban los síntomas de la enfermedad se duplicaba entre cada dieciocho y veinticuatro meses. Algunas personas llaman al sida la «plaga» del siglo XX. Se estima que en 1990, unos siete millones de personas están infectadas con el virus. Sin embargo, actualmente enfermedades bien conocidas como la malaria, la esquistosomiasis y el sarampión afectan y siegan muchas más vidas en el mundo que el sida. A pesar de ello, el sida sigue constituyendo una amenaza muy grave para la salud pública en la mayor parte del mundo.

La Organización Mundial de la Salud estima que para comienzos del siglo XXI más de cien millones de personas en todo el mundo estarán infectadas con el VIH. El Dr. B. Frank Polk, especialista en epidemiología de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) afirma que hacia mediados de la década de 1990, algunos países podrán haber perdido hasta el 25% de su población por causa del sida.

¿Puede tratarse el sida?

Algunos medicamentos antirretrovirales como la zidovudina (AZT) retardan de manera eficaz el avance del sida. Existen otros fármacos en fase de experimentación que podrían darse a conocer en un futuro próximo. Mientras se esperan medicamentos más eficaces para paliar el VIH, se va tratando a los pacientes de las infecciones o cánceres que padecen por causa del sida. En los Estados Unidos, el tratamiento médico para una persona que padece sida cuesta un promedio de entre 40,000 y 60,000 dólares al año. En muchos lugares, la prevalencia del sida (proporción de personas que padecen la enfermedad con respecto al total de la población) está llevando al límite la capacidad de las instalaciones médicas. Los gastos para tratar a los enfermos de sida amenazan con colapsar los sistemas de salud incluso de los países más desarrollados.

Cómo se contagia la enfermedad

El sida se transmite, en la mayoría de los casos, por medio del contacto sexual. Los hombres y mujeres infectados contagian a sus parejas, sean del sexo que sean. Dado que el virus del sida es transportado por la sangre, puede transmitirse entre los consumidores de drogas intravenosas que comparten agujas y jeringuillas, por medio de transfusiones sanguíneas realizadas con sangre infectada, o mediante agujas hipodérmicas no esterilizadas. Los instrumentos empleados para hacer tatuajes, piercings, marcas tribales o para dejar cualquier tipo de marcas en la piel, también pueden transportar el virus. Las madres pueden contagiar a sus hijos durante el embarazo o el parto y, en raras ocasiones, durante la lactancia.

El sida no se contagia por el contacto casual. No se contagia por dar la mano, tocarse, abrazarse o estar cerca de personas que padezcan la enfermedad, siempre y cuando no exista un contacto sexual o con la sangre del infectado. No se contagia por tocar manijas de las puertas, usar teléfonos ajenos, comer en restaurantes, nadar en piscinas públicas, utilizar baños públicos ni por participar de los ritos del lavamiento de pies o del bautismo. Si bien el virus del sida se encuentra en concentraciones muy bajas en las lágrimas, las secreciones nasales y la saliva, no es probable que se transmita al estornudar, toser o por medio de un contacto casual. Tampoco se transmite por las picaduras de mosquitos u otros insectos, ni por el contacto con los animales. No puede ser contraído por donar sangre.

El sida y la obra adventista mundial

La Iglesia Adventista del Séptimo Día, que ejerce su ministerio en casi doscientos países, ha de enfrentar los desafíos que presenta el sida. Los dirigentes adventistas de todas las instituciones y congregaciones locales deben participar activamente en la educación para la prevención del VIH.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha asumido el compromiso de enfrentar los desafíos que presenta el sida de manera abierta y compasiva. En 1987, la Asociación General creó una comisión para analizar asuntos relacionados con el sida; dicha comisión está formada por expertos en medicina, salud pública, enfermería, administración eclesiástica, intereses de las minorías, ética, teología y educación. Sus recomendaciones han de ser aprobadas por las juntas directivas y consejos de iglesia si se quiere tener un enfoque equilibrado, integrador y oportuno respecto al sida.

El sida y el ministerio pastoral

El sida representa un desafío para el ministerio de los pastores y capellanes adventistas. Ya existen personas en sus congregaciones, comunidades y hospitales infectadas con el VIH, y las cifras irán en aumento. Pero ellos no han de temer los contactos físicos ocasionales, como dar la mano o bautizar. Los casos de VIH no deberían alterar sus planes de visitación ni limitar en absoluto su ministerio, sino que los pastores deberían seguir visitando a los enfermos en sus casas o en el hospital.

La crisis del sida supone una excelente oportunidad para que pastores y capellanes hablen en público sobre el sida, la sexualidad, la santidad y la belleza del matrimonio, las relaciones personales y los hábitos de salud que constituyen una barrera contra el contagio del sida. Al educar a otros sobre los modos de actuación que previenen la transmisión del VIH, los pastores y los capellanes demuestran el amor y la compasión de Dios en su ministerio.

El sida y la atención pastoral

El temor al sida no debería poner en peligro nuestra compasión ni nuestro testimonio. Tanto los seropositivos como los enfermos de sida deberían hallar aceptación y fraternidad en sus congregaciones locales. Deberían sentirse cómodos en nuestros cultos y ser bienvenidos a todas las actividades de la iglesia, como el bautismo, el lavamiento de pies o la Santa Cena. La iglesia local puede hallar muchas maneras de ministrar a los enfermos de sida. Los miembros de iglesia pueden formar grupos de apoyo y comprometerse personalmente para satisfacer las necesidades de las personas y las familias afectadas por el sida.

El sida y las escuelas adventistas

Los niños infectados con el VIH deben ser bienvenidos en las escuelas adventistas, así como Dios nos acepta cuando comenzamos a relacionarnos con él. El sida predispone a la persona a sufrir otras afecciones, como por ejemplo la tuberculosis. En caso de que estas se presenten, es necesario tomar las precauciones adecuadas y respetar la confidencialidad de los alumnos con VIH. Padres y maestros han de ser informados respecto a la naturaleza del sida y a los pasos que han de darse para prevenir el contagio. El Departamento de Educación de la Asociación General cuenta con directrices y currículos de gran utilidad para la formación sobre el sida en nuestras instituciones educativas.

El sida y las instituciones adventistas de salud

Los hospitales y las clínicas adventistas han de ofrecer un entorno en el que los pacientes de sida puedan recibir atención compasiva y de calidad. Al mismo tiempo, es necesario aplicar procedimientos y reglamentos que garanticen la seguridad de los empleados, de manera que se reduzcan al mínimo las exposiciones al contagio. Todas las agujas, jeringuillas y equipos quirúrgicos deben ser esterilizados en forma adecuada. Tanto la sangre como todos los productos relacionados con la sangre deberían ser analizados y manipulados de la manera más segura posible. El Departamento de Salud de la Asociación General cuenta con orientaciones para prevenir el sida en las instituciones médicas.

El sida y los obreros internacionales

Los obreros que trabajan en territorios fuera de sus países reciben instrucciones especiales sobre los problemas sanitarios de los lugares donde han de trabajar. Entre esos problemas se encuentra el sida, por lo que reciben formación sobre dicha enfermedad. La Iglesia sugiere a quienes hayan de viajar que eviten ponerse inyecciones siempre que tengan acceso a medicamentos que se administren por vía oral. Se les aconseja que lleven consigo agujas y jeringuillas desechables para su uso personal, y que eviten las transfusiones de sangre que no haya sido adecuadamente analizada.

Reflexión final sobre el sida

Los miembros y los empleados de la Iglesia Adventista del Séptimo Día tienen la obligación cristiana de responder positivamente a los enfermos de sida y de tratarlos de forma apropiada, así como Jesús nuestro Salvador trató a los enfermos y a los parias de la sociedad. Lamentablemente, el mundo responde a los enfermos de sida de la misma manera en que se respondió en el pasado a los leprosos: como si fueran pecaminosos portadores de la muerte que han de ser marginados y esquivados. Pero Dios, en Jesús, nos dio su respuesta. Jesús hizo más de lo que le correspondía, y en ocasiones caminó durante varios días con el único propósito de tocar y sanar a un leproso. Jesús siempre ofreció amor, aceptación y perdón a las personas enfermas de orgullo espiritual y de otros pecados de su época. Mediante su amor redentor ofreció vida y libertad de la carga del pecado. La Iglesia Adventista del Séptimo Día procura participar del ministerio de Cristo y, por consiguiente, debe tratar con amor y aceptación a todos los seres humanos, incluidos los enfermos de sida.

Cómo prevenir el sida

• Limitar la actividad sexual a la relación matrimonial monógama con una persona de la que se sabe que no está infectada con el VIH. Cuando una persona infectada continúa teniendo relaciones sexuales de manera habitual, se recomienda el uso del preservativo.

• Utilizar únicamente agujas o jeringuillas esterilizadas. • Analizar la sangre antes de recibir una transfusión.

• Esterilizar los instrumentos cortantes que se usan para sajar, tatuar o circuncidar.

• Consultar al médico en las primeras etapas del embarazo. • Informar a otras personas sobre cómo prevenir el sida.

• Tomar la decisión de evitar conductas de riesgo como por ejemplo la promiscuidad sexual o el uso de jeringuillas sin esterilizar.

 

Documento publicado por la Comisión del Sida de la Asociación General dado a conocer por el Departamento de Salud en el Congreso de la Asociación General de 1990 de Indianápolis, Indiana.

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