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Declaraciones oficiales

La renovación espiritual y su impacto sobre los cambios sociales

La presencia del mal en este mundo y la pecaminosidad de los seres humanos, exacerbados por los cambios vertiginosos en la educación, la industria, la tecnología y la economía, continúan provocando cambios sociales generalizados en nuestro planeta. Los individuos y las familias a menudo se sienten impotentes y víctimas de sistemas y circunstancias sobre los cuales no tienen ningún control.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día considera que es parte de su misión extender el ministerio de Cristo a las personas que sufren. El ministerio de Jesús consistió en consolar, fortalecer, liberar y reconciliar. Junto con otros cristianos, somos una fuerza sanadora y estabilizadora en tiempos de cambio. Cuando todo se vuelve turbulento a nuestro alrededor, la iglesia ofrece la seguridad que hay en Aquel que está por encima de la agitación de este mundo, que no cambia, y cuyo propósito en última instancia prevalecerá. La iglesia sirve como vigía de la sociedad y como una comunidad que capacita e insta a personas y familias para que evalúen las condiciones que las rodean a fin de conservar lo que es bueno y superar y cambiar lo que es perjudicial.

De los primeros cristianos se dijo: «Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá» (Hech. 17: 6). El evangelio de Cristo es, en sí mismo, un motor de cambio. En el evangelio hay compasión por la fragilidad humana; y al mismo tiempo hay motivación para establecer relaciones perfectas con Dios y con el prójimo, de acuerdo al plan divino para la creación. Creemos que, mediante el poder del Espíritu Santo, llegamos a ser nuevas criaturas (Efe. 4: 22-24), salimos de la oscuridad a la luz (1 Ped. 2: 9) y experimentamos en el presente el poder transformador del mundo venidero (Heb. 6: 5). Esta renovación espiritual impregna a la sociedad así como la sal da sabor y la luz ilumina las tinieblas. La presencia en la comunidad de personas que han experimentado una renovación espiritual puede hacer una obra que las iniciativas políticas y sociales por sí solas no pueden realizar. Los cristianos que han experimentado el poder transformador de Cristo son pilares que estabilizan y fortalecen la sociedad, puesto que enaltecen los valores que están a favor de la vida. Actúan como impulsores de cambio ante la decadencia moral. Su participación activa en la comunidad brinda esperanza; al mismo tiempo, los individuos y las familias son ennoblecidos por los principios cristianos, de modo que sus vidas y relaciones producen un impacto sobre quienes los rodean.

 

Declaración aprobada por la Junta Administrativa de la Asociación General y dada a conocer por Robert S. Folkenberg, presidente de la Asociación General, en el Concilio Anual celebrado en San José, Costa Rica, 1 al 10 de octubre de 1996.

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