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Orientaciones

La participación en Misión Global

1. El uso de la Biblia y de los «escritos sagrados» en la obra misionera

Para tender puentes hacia los no cristianos, puede resultar muy útil usar sus «escritos sagrados» durante el contacto inicial, con el fin de tratarlos con tacto y de guiarlos por sendas que les resulten familiares. Estos escritos pueden contener elementos de verdad que hallan un significado más rico y pleno en el estilo de vida que presenta la Biblia. Dichos escritos han de usarse con la intención de presentar la Biblia como la Palabra inspirada de Dios y para ayudarlos a transferir su fidelidad a los escritos bíblicos como fuente de fe y práctica. Sin embargo, el uso de estos escritos conlleva ciertos riesgos que se pueden reducir siguiendo estas directrices:

a. La Biblia ha de ser reconocida como el instrumento de enseñanza y la única fuente de autoridad para llevar a las personas a Cristo y a una vida de fe en una sociedad con otra religión mayoritaria.

b. La iglesia no debe usar un lenguaje que pueda dar la impresión de que reconoce o acepta la naturaleza y la autoridad asignada a los

«escritos sagrados» por los seguidores de ciertas religiones no cristianas.

c. Quienes decidan usar los «escritos sagrados» del modo anteriormente mencionado deberían elaborar un plan que indique de qué manera se llevará a cabo la transferencia de fidelidad a la Biblia.

d. La educación y el crecimiento espiritual de los nuevos creyentes en países no cristianos ha de basarse en la Biblia y su exclusiva autoridad.

2. Estructuras organizacionales de transición

De acuerdo con Mateo 28: 18-20, la misión de la iglesia está constituida por tres grandes e inseparables componentes:

1º. Guiar a las personas a que acepten a Jesús como su Señor y Salvador, por medio de la conversión y el bautismo.

2º. Incorporar una comunidad de creyentes —la iglesia— a un ámbito en el que puedan crecer en la fe, el conocimiento y el gozo de una fraternidad universal de creyentes.

3º. Alimentar y capacitar a los miembros para que sean discípulos activos que reconozcan y utilicen sus dones espirituales para ayudar a compartir el evangelio. La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sido fundada y organizada por el Señor para cumplir esa comisión evangélica. La naturaleza mundial de la iglesia requiere que exista una estructura de organización básica y común en todo el mundo que facilite el cumplimiento de su misión.

Las condiciones políticas y religiosas de algunos países pueden dificultar o incluso imposibilitar el funcionamiento de la iglesia con su estructura organizativa convencional. En esos casos, puede que se necesite una estructura organizativa de transición. Cuando así sea, se deberían seguir las siguientes orientaciones para hacer frente a la situación:

a. Para que se justifique el uso de una estructura organizativa de transición ha de darse una de las siguientes condiciones:

1a. Que sea necesario probar nuevas iniciativas para cumplir la misión de alcanzar a pueblos reacios o no alcanzados hasta el momento.

2a. Que la obra y la organización convencionales de la iglesia no estén permitidas debido a las circunstancias políticas o religiosas del lugar.

b. Los dirigentes de la iglesia en la división, unión o campo local en la que se decide crear estructuras organizativas de transición deberían determinar la naturaleza de la organización transicional y si resulta apropiado elegir dirigentes locales. También deberían definir cómo se administrarán el diezmo y las ofrendas en la nueva organización de transición.

c. Los obreros que dirigen la organización de transición han de estar comprometidos de manera personal con la unidad doctrinal y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y con la organización mundial de la iglesia.

d. Se debería informar lo antes posible a los nuevos conversos de que pertenecen a una comunidad eclesiástica mundial —la Iglesia Adventista del Séptimo Día— y de que esta tiene un mensaje y una misión específicos para el mundo.

e. La estructura organizacional de transición debería ser reemplazada tan pronto como sea posible por el sistema regular de organización que tiene la iglesia.

3. Las Creencias Fundamentales y la preparación para el bautismo

a. Las creencias fundamentales y los no cristianos

La declaración de Creencias Fundamentales es una expresión del mensaje adventista en un lenguaje comprensible para las comunidades cristianas. El desafío consiste en determinar cómo hacer que esta declaración tenga sentido en las sociedades donde los cristianos son una minoría o donde no hay presencia cristiana. Nuestra misión con los no cristianos despertará nuevos interrogantes que no están contemplados en las Creencias Fundamentales; en esos casos, es necesario brindar respuestas bíblicas pertinentes. Las siguientes sugerencias pueden resultar de ayuda a la hora de abordar esta problemática:

i. Se debe estudiar y elegir con detenimiento la manera de presentar las Creencias Fundamentales y el lenguaje que se usará para hacerlo, con el propósito de facilitar la comprensión del mensaje adventista por parte de los no cristianos. Ha de incentivarse la elaboración de estudios bíblicos e instrumentos de enseñanza en el propio territorio.

ii. Esta tarea debería llevarse a cabo en centros de estudios religiosos, con la ayuda de obreros de primera línea y en consultas con la comunidad eclesiástica, los teólogos, los misionólogos y los administradores de la iglesia.

iii. Los directores de los centros de estudios religiosos deberían remitir las interrogantes y preocupaciones locales que no aparezcan en las Creencias Fundamentales a la Secretaría de Misión Global de la Asociación General para su estudio.

b. Orientaciones para el bautismo

Para preparar a los nuevos conversos para bautizarse y para ser miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, deben seguirse las siguientes orientaciones en la secuencia aquí presentada:

i. El candidato tiene que mostrar evidencias claras de que posee una experiencia personal de salvación por la fe en Cristo, y de que entiende el mensaje de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

ii. La comunidad local de creyentes debe guiar al candidato hasta que puedan dar testimonio de que ha alcanzado un conocimiento y una experiencia adecuados de la fe adventista.

iii. Es necesario tomar el voto bautismal, tal y como aparece en el Manual de la Iglesia, pues recoge las creencias y experiencias mínimas que se requieren para ser bautizado.

4. Formas de adoración

Dado que la Iglesia Adventista del Séptimo Día continúa entrando en contacto con muchas culturas diferentes de países no cristianos, la cuestión de las prácticas apropiadas de adoración es de suma importancia. En esos lugares resulta fundamental definir qué es y qué no es aceptable como parte del culto adventista. El llamamiento a adorar al único Dios verdadero desempeña un papel relevante en el mensaje y la misión de la iglesia. De hecho, en la escatología adventista, el fin del gran conflicto gira en torno a la adoración y el verdadero objeto de culto. Por tanto, deberíamos ejercer sumo cuidado y prudencia a la hora de buscar maneras de contextualizar la adoración adventista en diversos lugares del mundo. Al llevar a cabo esta tarea deberíamos tomar siempre en cuenta los siguientes aspectos de la adoración adventista:

i. Dios ocupa el centro mismo de la adoración como su objeto supremo. Cuando nos acercamos a Dios en adoración, entramos en contacto con nuestro Creador, la fuente misma de la vida, y con Aquel que en un acto de gracia nos redimió por medio de la muerte expiatoria de su amado Hijo. Ningún ser humano debería usurpar ese derecho divino.

ii. Adorar de manera colectiva significa que el pueblo de Dios entra en su presencia como el cuerpo de Cristo, con reverencia y humildad, para honrarlo y rendirle homenaje por medio de la adoración, la confesión, la oración, la acción de gracias y el canto. Los creyentes se reúnen para escuchar la Palabra, confraternizar, celebrar la Santa Cena, servir a los demás, y recibir los medios para la proclamación del evangelio. Nuestra fe invita a una adoración sincera y participativa donde la Palabra de Dios es el centro, la oración es ferviente, la música proviene del corazón y puede palparse la comunión en la fe. Estos elementos de adoración resultan indispensables en los servicios de culto adventistas de todo el mundo, y deberían formar parte de cualquier intento de contextualizar la adoración adventista.

iii. Somos criaturas complejas; las emociones y la razón son componentes relevantes de nuestro ser. Puesto que la verdadera adoración se expresa por medio del cuerpo, la mente, el espíritu y las emociones, la Iglesia Adventista insta a encontrar un equilibrio apropiado en la participación que tienen en la adoración estos aspectos de nuestra personalidad. Es importante tener en cuenta que debemos rechazar cualquier elemento del culto de adoración que tienda a atribuir la centralidad a los seres humanos. El grado de participación del cuerpo en la adoración puede variar de una cultura a otra, pero todo lo que se haga debe llevarse a cabo con disciplina y dominio propio, teniendo en cuenta que el centro del culto de adoración es la proclamación de la Palabra y su llamado a servir a Dios y a nuestros prójimos.

iv. La adoración adventista debería recurrir a los valiosos hallazgos de la teología adventista a fin de proclamar con efusividad y gozo la comunión y la unidad de los creyentes en Cristo y el gran tema del amor infinito de Dios que podemos apreciar en la Creación, el plan de redención, la vida de Cristo, su obra como sumo sacerdote en el santuario celestial y su pronto regreso en gloria.

v. Deberíamos usar la música para alabar a Dios y no como medio para excitar la emotividad, lo que simplemente hará que las personas se sientan bien consigo mismas. La música tiene que utilizarse como un medio para que los adoradores expresen sus sentimientos más profundos de gratitud y gozo al Señor con un espíritu de santidad y reverencia. El culto de adoración adventista tiene como propósito celebrar el poder creador y redentor de Dios.

En caso de que surja la necesidad de contextualizar la forma de adorar en una cultura determinada, se deberían seguir las orientaciones que figuran en la próxima sección de este mismo documento, titulada «Contextualización y sincretismo».

5. Contextualización y sincretismo

En este documento entendemos por «contextualización» el intento deliberado de comunicar el mensaje del evangelio de una forma que resulte comprensible para una determinada cultura. La contextualización adventista está motivada por la gran responsabilidad de cumplir la comisión evangélica en un mundo sumamente diverso. Se basa en la autoridad de las Escrituras y en la orientación del Espíritu, y es su objetivo comunicar la verdad bíblica de una manera que resulte comprensible en cada cultura. En el cumplimiento de este cometido, la contextualización debe ser fiel a las Escrituras y tener sentido en la nueva cultura. Hemos de recordar que todas las culturas son evaluadas de acuerdo al evangelio.

La contextualización del modo de comunicar nuestra fe es bíblica, legítima y necesaria. Sin ella, la iglesia ha de enfrentar los peligros de la falta de comunicación, los malentendidos, la pérdida de identidad y el sincretismo. La historia demuestra que la adaptación que se ha producido en diversas partes del mundo constituye parte esencial de la proclamación del mensaje de los tres ángeles a cada grupo, nación, tribu y pueblo. Y esta adaptación seguirá produciéndose.

A medida que la Iglesia se asienta en más territorios no cristianos, la cuestión del sincretismo —conciliación de verdades religiosas con el error — representa un desafío y una amenaza cada vez mayores. El sincretismo afecta a todas la regiones del mundo y ha de ser tomado en serio a la hora de llevar el mensaje a distintas culturas. Este asunto cobra aún más importancia si tomamos en cuenta la noción adventista del gran conflicto entre el bien y el mal, que explica el modo en que opera Satanás: el enemigo distorsiona y compromete la verdad, no negándola, sino mezclándola con el error, y privando de este modo al evangelio de su verdadero impacto y poder. Debido a este contexto de peligro y de posibles distorsiones, es indispensable que utilicemos criterios claros al contextualizar nuestro mensaje.

Dado que los efectos del pecado y la necesidad de salvación son comunes a toda la humanidad, hay verdades eternas que todas las culturas necesitan conocer, y que en algunos casos pueden ser comunicadas y experimentadas de maneras diferentes aunque equivalentes. La contextualización procura respaldar todas las Creencias Fundamentales de la Iglesia y hacer que puedan ser entendidas de manera cabal.

Al buscar la mejor manera de llevar a cabo la contextualización sin por ello dejar de rechazar el sincretismo, es preciso seguir ciertas orientaciones, a saber:

a. Puesto que una contextualización sin criterio es tan peligrosa como la falta de contextualización, no ha de aplicarse a distancia, sino dentro de una situación cultural concreta.

b. La contextualización es un proceso en el que deberían implicarse líderes, teólogos, misionólogos, gente del lugar, y pastores de la iglesia mundial. Todas estas personas deberían comprender claramente cuáles son los elementos centrales de la cosmovisión bíblica, con el fin de ser capaces de distinguir entre la verdad y el error.

c. Para examinar las peculiaridades culturales ha de llevarse a cabo un análisis muy cuidadoso por parte de personas que tengan amplios conocimientos de la cultura en cuestión.

d. Es indispensable realizar un análisis de todo lo que dicen las Escrituras sobre este tema y los temas relacionados. Deberían considerarse las implicaciones de las enseñanzas y los principios bíblicos e incluirse en las estrategias propuestas.

e. En el contexto de la reflexión y la oración, las revelaciones bíblicas son la norma y han de aplicarse a las peculiaridades culturales. Este análisis podría llevar a uno de los siguientes resultados:

i. La peculiaridad cultural es aceptada, porque es compatible con los principios de las Escrituras.

ii. La peculiaridad cultural es modificada, para que sea compatible con los principios de las Escrituras.

iii. La peculiaridad cultural es rechazada, porque contradice los principios de las Escrituras.

f. La peculiaridad cultural aceptada o modificada ha de aplicarse con cuidado.

g. Tras un período de prueba, puede que sea necesario reconsiderar la decisión tomada y determinar si debe ser interrumpida, modificada o mantenida.

En último término, toda verdadera contextualización tiene que estar sujeta a las verdades de la Biblia y producir frutos para el reino de Dios. La unidad de la iglesia mundial requiere que nos expongamos constantemente ante los demás y sus diversas culturas y paradigmas, de manera que seamos «plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura» del amor de Cristo (Efesios 3: 18).

Orientaciones elaboradas por el Comité de Misión Global y redactadas por el Instituto de Investigaciones Bíblicas. Son las primeras de una serie de orientaciones presentadas, para su aprobación, ante la Junta Administrativa de la Asociación General, en junio y julio de 2003. Su propósito es que sean utilizadas, según corresponda, por administradores, educadores y otros integrantes de la comunidad eclesiástica en la proclamación del evangelio en ámbitos de mayoría no cristiana. A medida que se vayan aprobando nuevas orientaciones se irán añadiendo a esta.

Filosofía adventista de la música

Dios ha entretejido la música en la trama misma de su Creación. Cuando creó todas las cosas, «alababan juntas todas las estrellas del alba y se regocijaban todos los hijos de Dios» (Job 38: 7). El libro del Apocalipsis describe el cielo como un lugar de alabanza permanente, que resuena con cánticos de adoración a Dios y al Cordero por parte de todos (Apoc. 4: 9- 11; 5: 9-13; 7: 10-12; 12: 10-12; 14: 1-3; 15: 2-4; 19: 1-8).

Debido a que Dios creó a los seres humanos a su imagen, compartimos el amor y el aprecio por la música con todos los seres creados. En efecto, la música puede tocarnos y conmovernos con un poder que trasciende las palabras o cualquier otro tipo de comunicación.* En su mejor y más pura expresión, la música eleva nuestro ser a la presencia misma de Dios, donde los ángeles y los seres no caídos lo adoran con cánticos.

Sin embargo, el pecado ha ocasionado graves daños a la Creación, de la que prácticamente se ha borrado la imagen divina. En todos los ámbitos, este mundo y los dones de Dios nos llegan con una mezcla de bien y de mal. Así que la música no es moral ni espiritualmente neutra. Tiene la capacidad de elevarnos hasta la experiencia humana más sublime, o puede ser usada por el príncipe del mal para rebajarnos y degradarnos, para despertar la sensualidad, las pasiones, la desesperación, la ira y el odio.

La mensajera del Señor, Elena G. de White, nos aconseja continuamente que tengamos una elevada perspectiva de la música: «La música, cuando no se abusa de ella, es una gran bendición; pero cuando se la emplea equivocadamente se convierte en una terrible maldición» (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 436).* «Debidamente empleada […] es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más nobles, y a inspirar y levantar el alma» (La educación, cap. 17, p. 151).

Respecto al poder del canto, Elena G. de White escribe: «Cuán a menudo recuerda la memoria alguna palabra de Dios al alma oprimida y a punto de desesperar, mediante el tema olvidado de algún canto de la infancia. Entonces las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas […]. Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. […] Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones estarán más cerca del coro celestial. La comunión con el cielo inicia en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza» (La educación, cap. 17, pp. 151, 152).

Como adventistas, creemos y predicamos que Jesús pronto volverá. En cumplimiento de nuestra misión de proclamar al mundo los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14: 6-12, exhortamos a todos los pueblos a que acepten el evangelio eterno, alaben a Dios el Creador, y se preparen para encontrarse con el Señor. Instamos a todos a que elijan lo bueno y no lo malo, a que digan «no» a la impiedad y a los deseos mundanos, y vivan «en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tito 2: 12, 13).

Creemos que el evangelio ejerce una influencia sobre todos los aspectos de la vida. Por ello sostenemos que, dado el vasto potencial que tiene la música para el bien o para el mal, no podemos mostrarnos indiferentes a ella. Aunque entendemos que los gustos musicales varían de manera significativa de una persona a otra, creemos que la Biblia y los escritos de Elena G. de White presentan principios que pueden ayudarnos a tomar decisiones.

En este documento, la expresión «música sacra» —llamada también en ocasiones «música religiosa»— designa a la música que tiene como eje central a Dios y los principios bíblicos y cristianos. En la mayoría de los casos, es música compuesta para ser utilizada en cultos de adoración, reuniones de evangelización o en la devoción personal, y puede ser vocal o instrumental. Sin embargo, no toda la música considerada sacra o religiosa tiene que ser aceptada por un adventista. La música sacra no debería evocar asociaciones seculares ni invitar a una conformidad con las normas mundanas de pensamiento o conducta.

La «música secular» es la música compuesta para circunstancias distintas a la adoración o la devoción personal. Apela a los temas comunes de la vida y a las emociones básicas del ser humano. Proviene de nuestro mismo ser, y expresa la reacción del espíritu humano ante la vida, el amor y el mundo en el que el Señor nos ha colocado. La música secular puede elevar o degradar moralmente al ser humano. Aunque no está destinada directamente a alabar a Dios, la música secular puede ocupar un lugar legítimo en la vida del cristiano.

A la hora de seleccionar la música que escucha, el cristiano debería seguir los principios que se presentan en este documento.

Principios guiadores para el cristiano

La música con la que se deleita el cristiano debería estar regulada por los siguientes principios:

1. Toda la música que el cristiano escuche, interprete o componga, sea sacra o secular, ha de glorificar a Dios: «Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor. 10: 31). Este es el principio bíblico fundamental. Todo lo que no esté a la altura de esta elevada norma debilitará nuestra experiencia con el Señor.

2. Toda la música que el cristiano escuche, interprete o componga, sea sacra o secular, ha de ser la más noble y la mejor: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Fil. 4: 8). Como seguidores de Jesucristo que esperamos y anhelamos unirnos a los coros celestiales, consideramos que la vida en esta tierra es una preparación y un anticipo de la vida en la tierra nueva.

De estos dos fundamentos —glorificar a Dios en todas las cosas y elegir lo más noble y lo mejor— dependen los demás principios de selección musical que se presentan a continuación.

3. La música que escuchemos ha de poseer las siguientes características: ser de calidad, equilibrada, apropiada y legítima. La música fomenta nuestra sensibilidad espiritual, psicológica y social, y nuestro desarrollo intelectual.

4. Ha de apelar tanto al intelecto como a las emociones, y tener un impacto positivo sobre el cuerpo. La música afecta a todas las dimensiones del ser humano.

5. La música debe dar muestras de creatividad basándose en melodías de calidad. Cuando se recurre a armonías,* estas han de ser usadas de manera atractiva y artística, con ritmos que las complementen.

6. La música vocal ha de contener letras que estimulen positivamente nuestra inteligencia, nuestras emociones y nuestra fuerza de voluntad. Las buenas letras poseen creatividad, riqueza de contenido y buen estilo. Se concentran en lo positivo y reflejan valores morales; educan y elevan, y se fundamentan en una teología bíblica sólida.

7. Los elementos musicales y líricos deberían obrar unidos en armonía para influir sobre el pensamiento y la conducta, en concordancia con los valores bíblicos.

8. La música ha de mantener un equilibrio entre los elementos espirituales, intelectuales y emocionales.

9. Es necesario que reconozcamos y tomemos en cuenta la aportación que hacen las diferentes culturas a la adoración a Dios. Las formas y los instrumentos musicales varían de manera considerable dentro de la familia adventista mundial, y puede que la música que proviene de una determinada cultura suene extraña a personas de una cultura diferente.

Crear e interpretar música desde una perspectiva adventista significa escoger lo mejor y, sobre todas las cosas, acercarnos a nuestro Creador y Señor para glorificarlo. Elevémonos a la altura que nos presenta el desafío de contar con una visión musical alternativa viable y, como parte de la totalidad de nuestro mensaje profético, realizar una contribución musical adventista distintiva como un testimonio al mundo de un pueblo que aguarda el pronto regreso de Cristo.

 

Estas orientaciones fueron aprobadas el 13 de octubre de 2004 por el Concilio Anual de la Asociación General en Silver Spring, Maryland.

* «[La música] es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual» (La educación, cap. 17, p. 151).

* Elena G. de White también afirma que en el futuro, «justamente antes de la terminación del tiempo de gracia […] habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza. El juicio de algunos seres racionales quedará confundido de tal manera que no podrán confiar en él para realizar decisiones correctas. Y a esto consideran como la actuación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma, mediante ese ruido desconcertante. Esto constituye una invención de Satanás para ocultar sus ingeniosos métodos destinados a tornar

ineficaz la pura, sincera, elevadora, ennoblecedora y santificadora verdad para este tiempo» (Mensajes selectos, t. 2, cap. 3, p. 41).

* Reconocemos que en algunas culturas, la armonía no es tan importante como en otras.

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