Como parte de su misión hacia el mundo entero, los adventistas tienen el firme compromiso de proporcionar una atención sanitaria que preserve y restaure la salud integral del ser humano. Al decir «integral» nos estamos refiriendo al desarrollo armonioso de las dimensiones físicas, intelectuales, sociales y espirituales de la vida de una persona, unificadas por medio de una relación de amor hacia Dios y expresadas en el servicio generoso hacia los demás. Los adventistas creen que todo ser humano ha sido creado a imagen de Dios como una unidad y no como una dualidad entre el cuerpo y el alma, y por eso creemos en un ministerio de la gracia que incida sobre todos los aspectos de la vida humana, incluido su bienestar físico y emocional.
En este intento de ministrar a todas las dimensiones de la persona, los adventistas se sienten preocupados por la tan extendida práctica de la mutilación genital femenina (ablación),* llamada comúnmente «circuncisión femenina». Esta práctica afecta a millones de niñas y mujeres cada año, sin incluir a las jovencitas que mueren como resultado de las formas más radicales de mutilación femenina. Estas prácticas van desde la extirpación del prepucio del clítoris hasta la eliminación total de la vulva y el cierre de la abertura vaginal. Nuestra principal preocupación, que expresamos en esta declaración de principios, son las lesiones genitales femeninas que conllevan una disfunción física o un trauma emocional. Estos procedimientos a menudo se llevan a cabo con instrumentos no esterilizados, sin anestesia, y en niñas de entre cuatro y doce años sometidas a la fuerza. Las consecuencias son: hemorragias, shocks, infecciones, problemas de incontinencia urinaria, lesiones en los órganos circundantes y diversas cicatrices. Además del daño físico, la mutilación genital también provoca traumas emocionales.
Las mujeres que han sufrido una mutilación genital a menudo sufren también diversos trastornos ginecológicos a largo plazo, como fístulas, infecciones crónicas y trastornos menstruales. Tras contraer matrimonio, suelen experimentar relaciones sexuales dolorosas y traumáticas, de manera que a menudo se hace necesario reabrir la zona vaginal cicatrizada. La cicatrización de los tejidos con frecuencia dificulta el parto y, en ocasiones, puede llevar a la muerte de la madre y del feto.
En las culturas donde es frecuente la mutilación genital femenina, se suele justificar esta práctica con argumentos diversos. Se cree, por ejemplo, que la mutilación genital es una forma de preservar la virginidad en las mujeres solteras, de ayudarlas a controlar sus impulsos sexuales, de asegurar la fidelidad de las mujeres casadas, y de aumentar el placer sexual de sus esposos. Se cree también que la eliminación de la totalidad o de una parte del aparato genital femenino aumenta la higiene, es deseable desde el punto de vista estético y hace que el parto sea más seguro para el bebé. Como resultado de estas creencias, se considera que las mujeres que no han pasado por esos procedimientos no están preparadas para el matrimonio. A pesar de las evidencias que contradicen semejantes ideas, y a pesar de los esfuerzos de numerosas organizaciones defensoras de los derechos humanos, la práctica de la mutilación genital femenina sigue dándose en diversas culturas, y en algunos países afecta a más del noventa por ciento de las mujeres.
En algunas culturas, la mutilación genital femenina es defendida como una forma de práctica religiosa. Si bien los adventistas defienden con firmeza la protección de la libertad religiosa, creen asimismo que el derecho a practicar una religión no justifica dañar a otra persona. Por todo ello, apelar a la defensa de la libertad religiosa no justifica la mutilación genital femenina.
Los principios bíblicos
La Iglesia Adventista del Séptimo Día se opone a la mutilación genital femenina sobre la base de los siguientes principios bíblicos:
1. Preservación de la vida y de la salud. La Biblia señala que toda la creación de Dios era buena, incluidos los seres humanos (Gén. 1: 31; Sal. 139: 13, 14). Dios es la fuente y el sustentador de la vida humana (Job 33: 4; Sal. 36: 9; Juan 1: 3, 4; Hech. 17: 25, 28). Dios nos llama a preservar la vida humana y considera a la humanidad responsable si la destruye (Gén. 9: 5, 6; Éxo. 20: 13; Deut. 24: 16; Jer. 7: 3-34). El cuerpo humano es el «templo del Espíritu Santo», y se exhorta a los seguidores de Dios, como una responsabilidad espiritual, a cuidar sus cuerpos y a conservarlos, lo que incluye el don otorgado por el Creador de la sexualidad (1 Cor. 6: 15-19). Considerando que la mutilación genital femenina es perjudicial para la salud, que constituye una amenaza para la vida y que resulta perjudicial para la función sexual, concluimos que esta práctica es incompatible con la voluntad de Dios.
2. Bendición de la intimidad matrimonial. Las Escrituras celebran el don que Dios nos ha concedido de la intimidad sexual dentro del matrimonio (Ecl. 9: 9; Prov. 5: 18, 19; Cant. 4: 16-5: 1; Heb. 13: 4). Debe renunciarse a la práctica de la mutilación genital femenina porque representa una amenaza al propósito del Creador de que la experiencia sexual dentro del matrimonio resulte placentera.
3. Procreación saludable. En el caso de las parejas casadas, el don de la unión sexual puede resultar bendecido en forma adicional por el nacimiento de hijos (Sal. 113: 9; 127: 3-5; 128: 3; Prov. 31: 28). El hecho de que la mutilación genital femenina representa una amenaza para el parto constituye una razón más para oponerse a esta práctica.
4. Protección de los más vulnerables. Las Escrituras indican que es necesario hacer esfuerzos especiales para proteger a los más vulnerables (Deut. 10: 17-19; Sal. 82: 3, 4; Sal. 24: 11, 12; Isa. 1: 16, 17; Luc. 1: 52-54). Jesús enseñó que deberíamos amar y proteger a los niños (Mar. 10: 13-16; Mat. 18: 4-6). La mutilación genital de niñas viola el mandamiento bíblico de salvaguardar a los niños y protegerlos de daños y abusos.
5. Compasión. El amor hacia el prójimo lleva a los cristianos a sentir compasión de quienes han sido heridos (Luc. 10: 25-37; Isa. 61: 1). Se pide a los cristianos que cuiden con compasión a las mujeres que han experimentado traumas físicos o emocionales por causa de la mutilación genital femenina.
6. Compartir la verdad. Los cristianos son llamados a vencer el error compartiendo la verdad con amor (Sal. 15: 2, 3; Efe. 4: 25). La verdad fundamental del evangelio tiene como objetivo liberar a las gentes de todo tipo de esclavitud del error (Juan 8: 31-36). Por eso los cristianos deberían unirse para compartir información fidedigna respecto de lo dañinas que resultan la mutilación genital femenina y las creencias que sustentan esta práctica.
7. Respeto a las diversas culturas. Los cristianos deben ser sensibles y respetuosos con las diferencias culturales (1 Cor. 9: 19-23; Rom. 12: 1, 2). Al mismo tiempo, creemos que los principios divinos trascienden las tradiciones culturales (Dan. 1: 8, 9; 3: 17, 18; Mat. 15: 3; Hech. 5: 27-29). Los principios fundamentales de las Escrituras proporcionan una base para la transformación de las prácticas culturales. Aunque reconocemos que la mutilación genital femenina está firmemente arraigada en muchas culturas, creemos que esta práctica es incompatible con los principios revelados por Dios.
Conclusión
Por cuanto la mutilación genital femenina amenaza la salud física, emocional y social de las mujeres, los adventistas nos oponemos a esta práctica. La Iglesia insta a sus profesionales de la salud, a sus instituciones educativas y médicas, y a todos sus miembros y a las personas de buena voluntad para que cooperen con los esfuerzos de erradicar la práctica de la mutilación genital femenina (ablación). Mediante la educación y la presentación del evangelio con amor, es nuestra esperanza y nuestra intención que las niñas y mujeres que se hallan amenazadas por esta práctica encuentren protección e integridad, y que las que ya la han sufrido, hallen consuelo y un cuidado compasivo.
Documento aprobado en abril de 2000 por la Comisión de Perspectivas Cristianas sobre la Vida Humana de la Asociación General.
* «En la actualidad, la práctica de los diversos tipos de mutilación genital femenina son clasificados del siguiente modo: tipo I: ablación del prepucio, con o sin extirpación parcial o total del clítoris; tipo II: ablación del clítoris con extirpación parcial o total de los labios menores; tipo III: ablación parcial o total del aparato genital femenino externo y sutura o estrechamiento de la abertura vaginal (infibulación). El tipo IV (no clasificado) incluye punzar, perforar o hacer incisiones en el clítoris o los labios; cauterizar quemando el clítoris y los tejidos circundantes; raspar los tejidos que rodean el orificio vaginal (cortes tipo angurya) o cortar la vagina (cortes tipo gishiri); introducir sustancias corrosivas o hierbas en la vagina para producir sangrado o con el propósito de endurecerla o estrecharla, o cualquier otro procedimiento que se corresponda con la definición de mutilación genital femenina que se describe más arriba».— Clasificación tomada de Female Genital Mutilation: A Joint WHO, UNICEF, UNFPA Statement (La mutilación genital femenina: Declaración conjunta de la OMS, UNICEF y UNFPA). Publicada por la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, Suiza, 1997.