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Declaraciones oficiales

La libertad de expresión y la difamación religiosa

Una característica distintiva de los seres humanos es la capacidad que Dios les ha dado de comunicarse por medio del habla, los símbolos y la palabra escrita. En ningún otro ámbito se expresa esta capacidad con mayor singularidad que en el de la fe. La comunicación relacionada con las creencias religiosas ocupa un lugar esencial dentro de nuestra capacidad de examinar el significado y el propósito de la vida, analizar los valores que orientan nuestras acciones y compartir experiencias como parte de la búsqueda de un conocimiento más íntimo de Dios.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día apoya firmemente la libertad de expresión en general, y especialmente la libertad de expresión religiosa. Aunque la libertad de expresión está garantizada por el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, se siguen realizando intentos para limitar la libertad de expresión tanto en el seno de algunos países como en las Naciones Unidas. En esos dos ámbitos se ha hecho hincapié en poner límites a las expresiones que ofendan las creencias religiosas del oyente o lector. Los adventistas sostenemos que la sensibilidad y el respeto son factores esenciales en toda comunicación. Por ello, nos preocupa toda expresión que pueda ofender las sensibilidades religiosas. Sin embargo, creemos que ceder al estado el derecho de controlar la expresión religiosa representa una amenaza mucho mayor para la autonomía de los creyentes que el que presentan las expresiones ofensivas. En efecto, hay actualmente numerosos ejemplos de estados que invocan el deseo de proteger los sentimientos religiosos como un medio para justificar el silenciamiento forzoso de expresiones religiosas pacíficas.

Nuestra oposición a que se restrinja la libertad de expresión religiosa tiene excepciones. La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce que, en circunstancias especiales, las expresiones orales pueden provocar daños tangibles y significativos al derecho a la seguridad física, al derecho a disfrutar de la propiedad privada y a otros derechos inalienables. En esas instancias sumamente limitadas, reconocemos la responsabilidad del estado de proteger a la población. Cuando resulte imprescindible establecer esos límites, la Iglesia Adventista del Séptimo Día espera que los gobiernos se encarguen de que las restricciones estén dirigidas específica y únicamente a las expresiones peligrosas en cuestión.

Los adventistas reconocemos la responsabilidad especial que recae sobre quienes ostentan puestos de poder de comunicar un mensaje que apoye los derechos humanos fundamentales, que incluyen todos los aspectos de la libertad religiosa. Esta responsabilidad atañe de manera particular a los gobiernos, dado que ellos se encuentran, por lo general, en una posición única para impulsar el respeto por los derechos de sus ciudadanos, y en particular de las minorías.

Aunque reconocemos el derecho a expresar libremente las creencias religiosas, los adventistas del séptimo día aceptamos la responsabilidad de autorregular nuestras expresiones a fin de garantizar que estén en armonía con las enseñanzas bíblicas. Esto incluye la obligación de actuar con honradez y deferencia, especialmente al hablar de otra religión, puesto que las pasiones religiosas pueden provocar una visión unidimensional de los demás. Ser veraz no significa tan solo relatar los hechos con exactitud, sino también compartir la información dentro del contexto apropiado. Los adventistas nos sentimos constreñidos por la ley de amor de Cristo en todo lo que decimos y hacemos. Cuando usamos el don del habla que Dios nos ha concedido para expresarnos con amor, somos una bendición para nuestros prójimos, y honramos al Dios que nos creó a todos con la capacidad de expresarnos.

 

Declaración aprobada por la Junta Directiva de la Asociación General el 23 de junio de 2010 en el Congreso de la Asociación General en Atlanta, Georgia.

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