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Declaraciones oficiales

El control de la natalidad

La moderna tecnología científica nos permite tener un mayor control que en el pasado sobre la fertilidad y la reproducción humanas. La tecnología ha hecho posible que se reduzcan significativamente las posibilidades de embarazo tras el contacto sexual. Los matrimonios cristianos tienen la posibilidad de controlar la natalidad, lo cual ha generado numerosos interrogantes que conllevan una amplia gama de implicaciones religiosas, médicas, sociales y políticas. Como resultado de las nuevas tecnologías existen nuevas posibilidades y ventajas, pero también problemas e inconvenientes. Así que se ha hecho necesario tomar en cuenta diversas cuestiones morales. Los cristianos, que finalmente han de tomar sus propias decisiones personales respecto a estos asuntos, deben estar bien informados, para tomar decisiones sensatas con base en principios bíblicos.

Entre los problemas que deben ser tenidos en cuenta se encuentra la cuestión de hasta qué punto es apropiada la intervención humana en el proceso biológico natural de la reproducción humana. Si se consideran apropiados algunos tipos de intervención, entonces se hace necesario responder a otras cuestiones como cuáles, cuándo y cómo. Existen asimismo otras cuestiones problemáticas relacionadas con esta, entre ellas:

• La probabilidad de que, a causa del fácil acceso a los métodos de control de la natalidad, aumente la inmoralidad sexual.

• La dominación de uno de los sexos sobre el otro, como consecuencia de los privilegios y las prerrogativas sexuales tanto de los hombres como de las mujeres.

• Cuestiones sociales, como si una sociedad tiene derecho a reducir las libertades individuales en beneficio del conjunto de los ciudadanos, o la carga que suponen para una comunidad el sustento y la educación de los más desfavorecidos.

• El aumento de la población mundial y la administración de los recursos naturales.

Toda declaración sobre las consideraciones morales del control de la natalidad debe hacerse dentro del contexto más amplio de las enseñanzas bíblicas sobre la sexualidad, el matrimonio, la paternidad y el valor de los hijos, y de la comprensión de las interrelaciones que existen entre estas cuestiones. Aun conscientes de la diversidad de opiniones dentro de la iglesia, a continuación presentamos los siguientes principios basados en la Biblia, con el propósito de educar y orientar el proceso de la toma de decisiones.

1. Mayordomía responsable. Dios creó a los seres humanos a su propia imagen, hombre y mujer, con la capacidad de pensar y tomar decisiones (Isa. 1: 18; Jos. 24: 15; Deut. 30: 15-20). Dios otorgó a los seres humanos el dominio sobre la tierra (Gén. 1: 26, 28). Este dominio requiere la supervisión y el cuidado de la naturaleza.

La mayordomía cristiana exige asimismo que se asuma la responsabilidad en la procreación humana. La sexualidad es uno de los aspectos de la naturaleza humana sobre el cual cada persona individualmente ejerce mayordomía, por lo que debe ser utilizada en armonía con la voluntad de Dios (Éxo. 20: 14; Gén. 39: 9; Lev. 20: 10- 21; 1 Cor. 6: 12-20).

2. Propósito de la procreación. La perpetuación de la familia humana es uno de los propósitos de Dios para la sexualidad humana (Gén. 1: 28). Si bien de manera general es posible inferir que el objetivo del matrimonio es la procreación, las Escrituras nunca la presentan como una obligación de la pareja a fin de agradar a Dios.

Sin embargo, la revelación divina confiere un gran valor a los hijos y expresa el gozo que implica la paternidad (Mat. 19: 14; Sal. 127: 3). Tener hijos y educarlos ayuda a los padres a entender mejor a Dios y a cultivar la solidaridad, la afectividad, la humildad y la abnegación (Sal. 103: 3; Luc. 11: 13).

3. Propósito unificador. La sexualidad tiene un propósito unificador dentro del matrimonio, que ha sido ordenado por Dios y se diferencia del proceso de procreación (Gén. 2: 24). El propósito de la sexualidad en el matrimonio incluye el gozo, el placer y el deleite (Ecl. 9: 9; Prov. 5: 18, 19; Cant. 4: 16-5: 1). Dios quiere que las parejas casadas disfruten de la comunión sexual independientemente de la procreación (1 Cor. 7: 3-5). Esta comunión permitirá a la pareja establecer lazos sólidos y proteger a los esposos de una relación inapropiada con otra persona que no sea el cónyuge (Prov. 5: 15-20; Cant. 8: 6, 7). En los designios de Dios, la intimidad sexual no tiene como único propósito la concepción. Las Escrituras no prohíben que las parejas casadas disfruten de los deleites de las relaciones conyugales empleando medidas para prevenir el embarazo.

4. Libertad de elección. En la creación, y una vez más por medio de la redención de Cristo, Dios ha dado a los seres humanos la libertad de elegir, y les pide que usen su libre albedrío de manera responsable (Gál. 5: 1-13). Dentro del plan divino, los cónyuges conforman una unidad familiar única, y ambos tienen la libertad y la responsabilidad de compartir las decisiones relacionadas con la familia (Gén. 2: 24).

Ambos cónyuges deberían mostrar consideración mutua a la hora de tomar decisiones sobre el control de la natalidad, y estar dispuestos a tomar en cuenta las necesidades del otro así como las propias (Fil. 2: 4). En el caso de los matrimonios que desean tener hijos, la decisión de procrear tiene límites. Existen varios factores que deberían orientar su elección, entre ellos, la capacidad de proveer para las necesidades de los hijos (1 Tim. 5: 8); la salud física, emocional y espiritual de la madre y de otros tutores (3 Juan 2; 1 Cor. 6: 19; Fil. 2: 4; Efe. 5: 25); las circunstancias sociales y políticas en las que nacerán los hijos (Mat. 24: 19); y la calidad de vida y los recursos de los que se dispone. Somos mayordomos de la creación de Dios y, por lo tanto, tenemos que mirar más allá de nuestros propios deseos y felicidad, y considerar los deseos de los demás (Fil. 2: 4).

5. Métodos adecuados para el control de la natalidad. La decisiones morales relacionadas con la elección y la utilización de los diversos métodos de control de la natalidad tienen que ser el resultado de una comprensión cabal de sus posibles efectos sobre la salud física y emocional, de la manera en que actúan estos métodos y de su costo. Existen diversos métodos de control de la natalidad —de barrera, espermicidas o esterilización— que impiden la concepción y son aceptables desde el punto de vista moral. Algunos métodos anticonceptivos* impiden la liberación del óvulo (ovulación), la unión del óvulo y los espermatozoides (fecundación), o la fijación del óvulo ya fecundado (implantación).

Debido a las incertidumbres sobre su acción en cada caso, puede que las personas que creen que la protección de la vida humana comienza en la fecundación tengan escrúpulos morales sobre esos métodos. Sin embargo, dado que la mayoría de los óvulos fecundados no llegan a implantarse o se pierden de manera natural después de la implantación aun cuando no se utilicen métodos anticonceptivos, los métodos anticonceptivos hormonales y los dispositivos intrauterinos (DIU), que tienen una acción similar, pueden ser considerados como moralmente aceptables. El aborto, es decir, la interrupción voluntaria de un embarazo en curso, no resulta moralmente aceptable para el control de la natalidad.

6. Uso inapropiado del control de la natalidad. Aunque la capacidad creciente de manejar los asuntos relacionados con la fertilidad y la protección de las enfermedades de transmisión sexual puede resultar útil para muchas parejas casadas, el control de la natalidad puede ser usado de manera incorrecta. Por ejemplo, quienes deseen tener relaciones sexuales premaritales y extramaritales pueden mostrarse más dispuestos a consentir en tales conductas debido a la accesibilidad de los métodos anticonceptivos.

La utilización de esos métodos con el propósito de proteger las relaciones sexuales fuera del vínculo conyugal puede reducir los riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual o de embarazo; no obstante, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son perjudiciales e inmorales, más allá de la disminución o no de esos riesgos.

7. Un enfoque redentor. La accesibilidad de los métodos de control de la natalidad hace que actualmente se haya vuelto aún más imperativa la necesidad de educación sobre sexualidad y moralidad. Es necesario dedicar menos esfuerzos a condenar y más a educar y brindar un enfoque redentor que permita que cada persona sea persuadida por la profunda acción del Espíritu Santo.

Declaración aprobada por la Junta Administrativa de la Asociación General, el 19 de diciembre de 1995.

 

Recomendaciones sobre el uso de la mifepristona (RU486)

1. En el tratamiento de enfermedades como el cáncer, donde la administración de RU486 podría brindar una terapia eficaz, este medicamento debe ser usado conforme a la legislación vigente y las recomendaciones médicas.

2. La RU486 es usada también como anticonceptivo. Cuando el objetivo es impedir la fecundación, su uso resulta permisible desde el punto de vista ético. No obstante, al igual que otros anticonceptivos orales, la RU486 en ocasiones puede impedir la implantación de un óvulo fecundado. Esto resulta problemático desde el punto de vista ético para quienes consideren que este efecto es abortivo.

3. Cuando la RU486 es usada de maneras legalmente permitidas y apropiadas desde el punto de vista médico con el propósito de provocar el aborto, esta práctica debería guiarse por las pautas de la Iglesia Adventista, que podrá consultar en el documento «El aborto» de la página 216.

 

Recomendaciones aprobadas por el Comité sobre la Perspectiva Cristiana de la Vida, Pine Springs, California, 10 al 12 de abril de 1994, y por la Junta Directiva de la Asociación General, Silver Spring, Maryland, el 26 de julio de 1994.

* Entre los ejemplos actuales de estos métodos se encuentran los dispositivos intrauterinos (DIU), las píldoras anticonceptivas (que incluyen la «píldora del día después»), las inyecciones y los implantes. Debe consultarse con un profesional de la medicina a fin de recibir respuestas a los interrogantes respecto a estos métodos.

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