La responsabilidad espiritual de la familia de la fe
La historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se halla repleta de ejemplos de personas e instituciones que han sido y siguen siendo testigos vivientes de la fe. Dado su ferviente compromiso con el Señor y el aprecio que sienten por su amor sin límites, todos han tenido y tienen el mismo objetivo: compartir las buenas nuevas con los demás. El texto bíblico que los ha motivado todavía inflama las almas de los adventistas en todo el mundo. Este texto contiene la denominada «comisión evangélica», el mandato que nos dio el mismo Señor, registrado en Mateo 28: 19, 20, y que dice: «Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Otras versiones, como la Nácar-Colunga, traducen: «Id, pues; enseñad a todas la gentes».
Esta orden dada por el Señor mismo es sencilla, hermosa y vinculante. Está dirigida a todos sus seguidores, sean miembros de iglesia, pastores o administradores. Id… enseñad… bautizad… haced discípulos; este principio es la chispa que enciende la mecha de la misión de la Iglesia y establece la norma para toda medición y evaluación del éxito. Nos alcanza a todos, sean cuales sean nuestras responsabilidades, ya seamos laicos u obreros. Abarca todos los aspectos de la vida de la Iglesia, desde la iglesia local hasta la Asociación General, pasando por las escuelas y colegios, las editoriales, las instituciones de salud y las fábricas de alimentos. Este compromiso está implícito en los votos bautismales, en las declaraciones de misión, en nuestras metas y objetivos, y en los reglamentos y estatutos de la Iglesia «para dar testimonio de su salvación de amor», «para contribuir con la proclamación del evangelio eterno», «para proveer el pan de vida a las multitudes» y «para fortalecerlos en la preparación para su pronto regreso». Los cuatro elementos de la orden: ir… enseñar… bautizar… y hacer discípulos resuenan en todo lugar donde los adventistas se reúnen o actúan.
A medida que la Iglesia crece en tamaño y complejidad, hay cada vez más miembros, pastores y administradores que se preguntan seriamente cuál es la relación de la Iglesia con la comisión evangélica. ¿Será que las ruedas y los engranajes de la Iglesia no hacen más que producir bienes y servicios que apenas se diferencian de sus contrapartes seculares? ¿O se estará asegurando la Iglesia de que sus productos y servicios básicos revelen al mundo el camino que conduce a la vida eterna? Nada debe quedar excluido de este cuestionamiento, ya se trate de los cultos de la iglesia local o de los programas y productos de las organizaciones e instituciones de la Iglesia.
Ha llegado el momento de que la Iglesia en su conjunto se plantee y dé respuesta a las difíciles cuestiones sobre el estado de su relación con el principio guiador de la comisión evangélica. ¿De qué manera ese principio guiador puede ser una realidad en las vidas de los feligreses, los pastores y las congregaciones? ¿De qué manera pueden todos ellos medir sus progresos en el cumplimiento de la comisión evangélica? ¿Qué pueden hacer las universidades, los colegios superiores y secundarios, las fábricas de alimentos, las instituciones de salud de alta tecnología, las clínicas, las editoriales y los centros de comunicación para cumplir sus responsabilidades sobre la base de este mandato?
Este desafío requiere una aproximación sincera y analítica para determinar dónde se encuentra la Iglesia en relación con la comisión que nos ha encomendado el Señor. No es suficiente medir el éxito por medio de los estándares seculares, ni debe darse a esos estándares la prioridad. Estar realmente comprometidos con Dios implica, en primer lugar, que aceptemos totalmente los principios del cristianismo tal y como los presenta la Biblia y los secunda el Espíritu de Profecía. Las congregaciones, las instituciones, los empleados denominacionales y los miembros de iglesia pueden hallar satisfacción en alcanzar blancos, recolectar fondos, construir edificios, equilibrar presupuestos, obtener o renovar acreditaciones y, a pesar de ello, no cumplir con su responsabilidad ante Dios respecto a la comisión evangélica. La primera y constante prioridad de la Iglesia ha de ser el cumplimiento del mandato que nos dio el Señor de ir… enseñar… bautizar… y hacer discípulos.
Aunque la comisión evangélica no ha cambiado, hay diversas maneras de cumplirla. Un pastor trabaja en un contexto distinto al de un docente, un médico o un administrador. Pero no importa si se trata de una función individual o institucional, cada uno es responsable de cumplir el mandato divino. Evaluar nuestra efectividad con respecto a este mandato aporta grandes beneficios, como el aumento de la confianza que se produce cuando cada miembro de iglesia, pastor, administrador e institución toma en cuenta esta prioridad y le brinda la debida atención.
La familia de Dios reconoce que toda persona es individualmente responsable ante Dios. Al mismo tiempo, se amonesta a los creyentes para que se examinen a sí mismos (2 Cor. 13: 5). Así como en la vida personal se necesita pasar por un proceso de evaluación espiritual, este último también tiene su importancia en la vida de la organización.
La evaluación espiritual, si bien es conveniente, es un asunto muy delicado, porque los humanos vemos solo en parte. El marco de referencia terrenal siempre se halla limitado a lo que es visible y al breve período de tiempo que rodea al presente. A pesar de ello, se puede ganar mucho como resultado de una evaluación cuidadosa y reflexiva de la vida personal y de la organización.
Es posible identificar varios principios que pueden guiarnos en este proceso de evaluación. Aunque cualquier intento que hagamos será incompleto, los siguientes ámbitos de evaluación nos ayudarán a incrementar nuestra conciencia y responsabilidad hacia Dios y hacia la misión que constituye una parte integral de nuestra relación y compromiso cristiano con él. La lista no abarca todos los aspectos que han de ser tenidos en cuenta, pero los principios que aquí se presentan pueden ser aplicados también a otras personas, organizaciones e instituciones.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para cada miembro de iglesia
A cada adventista, sea obrero o laico, se le promete el don del Espíritu Santo, que le permitirá crecer espiritualmente en la gracia del Señor y lo capacitará para desarrollar y utilizar los dones espirituales en la testificación y el servicio. La presencia del Espíritu Santo en la vida del creyente se demuestra cuando:
• Mantiene, donde le sea posible, un hogar cristiano donde se enseñen y se practiquen las normas y los principios de Cristo.
• Vive una vida que se goza en la certeza de la salvación impulsado por el Espíritu Santo a dar un testimonio personal efectivo a los demás, desarrollando en Cristo un carácter equilibrado acorde con la voluntad Dios revelada en su Palabra.
• Usa los dones espirituales que Dios ha prometido a cada uno.
• Dedica su tiempo, sus dones espirituales y sus recursos, con oración y de manera sistemática, a la proclamación del evangelio y, tanto de forma individual como siendo parte de la familia de la iglesia, llega a ser la sal y la luz al compartir su amor en el hogar y sirviendo a la comunidad, motivado siempre por el sentido del pronto regreso del Señor y por su mandato de predicar su evangelio tanto en el hogar como fuera de él.
• Participa en un plan sistemático de crecimiento y evaluación espiritual de la vida con Dios por medio de la formación de parejas de compañeros espirituales que sean responsables el uno del otro y cuyo principal objetivo sea ayudarse mutuamente mediante la oración.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para el pastor de iglesia
El pastor adventista, llamado y capacitado por el Espíritu Santo e impulsado por el amor a las almas, conduce a los pecadores hacia Cristo como el Creador y Redentor, y les enseña cómo compartir su fe y llegar a ser discípulos eficaces. Sea hombre o mujer, el pastor comparte con los demás su espiritualidad, basada en la comunión con Dios y en la lectura de su Palabra.
El pastor muestra la gracia de salvación y el poder transformador del evangelio cuando:
• Se esfuerza para que su familia sea un modelo de lo que el Señor espera del matrimonio y de la familia.
• Predica sermones cristocéntricos y fundamentados en la Biblia, que alimentan a los miembros y apoyan a la Iglesia mundial, y enseña las creencias fundamentales con el sentido de urgencia que da la comprensión que tiene la Iglesia Adventista del Séptimo Día de las profecías.
• Invita a todos a someterse al poder transformador del Espíritu Santo, de manera que el evangelio sea refrendado por la vida compasiva del creyente que actúa por fe.
• Conduce a la iglesia local en actividades de evangelización que dan como resultado no solo un incremento de la feligresía, sino también el establecimiento de nuevas congregaciones, y mantiene, sin embargo, su firme apoyo a la obra local y mundial de la Iglesia.
• Da evidencias de un ministerio eficaz que se demuestra en el aumento numérico de la familia de Dios y en su crecimiento espiritual, contribuyendo así a apresurar el regreso del Señor.
• Concede prioridad al crecimiento espiritual personal y a la efectividad misionera al participar de manera regular en un proceso de evaluación de resultados espirituales. Cada división proveerá un modelo de evaluación del crecimiento a cada unión y asociación locales. Este modelo incluirá una parte de autoevaluación y otros aspectos que se refieran a la responsabilidad que tiene el pastor con su congregación, o congregaciones, y con la organización mundial de la Iglesia.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las iglesias locales
Las congregaciones adventistas funcionan —de manera creativa y con sentido de autocrítica— como comunidades de testificación y edificación que facilitan la proclamación del evangelio tanto local, como regional y mundialmente. Viven en el mundo como «el cuerpo de Cristo», y muestran la misma preocupación y acción positiva, hacia aquellos con los que entran en contacto, que mostró el Señor en su ministerio terrenal, cuando:
• Demuestran una confianza constante en la gracia salvadora de Cristo y un compromiso con las enseñanzas distintivas de la Palabra.
• Comprenden y aceptan su papel como parte de un movimiento del fin del tiempo que tiene la responsabilidad de propagar el evangelio local, nacional y mundialmente.
• Desarrollan planes estratégicos para compartir las buenas nuevas en su comunidad, con el objetivo de garantizar que todas las personas entiendan de qué manera Jesús puede transformar sus vidas y prepararlos para su segunda venida, y para ayudar a establecer nuevas congregaciones.
• Edifican la vida de los miembros de iglesia y de sus familias para que puedan crecer espiritualmente y seguir confiando en la misión y las verdades expresadas por medio de la iglesia del tiempo del fin.
• Reconocen los privilegios de formar parte de una congregación adventista y la responsabilidad que esta tiene ante la familia mundial de congregaciones adventistas —según se especifica en el Manual de la Iglesia— por medio de la aprobación y puesta en marcha de planes que permiten la difusión del evangelio en contextos cada vez más amplios, y asimismo mediante su participación en el sistema organizacional, financiero y representativo que tiene por objetivo facilitar la obra misionera mundial.
• Participan de un plan de evaluación que ayuda a las congregaciones a descubrir sus fortalezas y debilidades, así como a valorar el progreso que han alcanzado en su misión de enseñar, bautizar y hacer discípulos. Este programa de evaluación, por lo general, se llevará a cabo anualmente y en él participará cada congregación en su conjunto. Al mismo tiempo, periódicamente debería evaluarse la participación y la responsabilidad de las congregaciones con respecto a la organización más amplia a la que pertenece cada una. Cada división, con el apoyo de las uniones y las asociaciones o misiones locales, colaborará con el desarrollo del proceso de evaluación que se esté llevando a cabo en su territorio.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las escuelas primarias y secundarias
Las escuelas adventistas primarias y secundarias crean un clima que edifica a los alumnos espiritual, mental, física y socialmente, y que les infunde confianza en la relevancia, la función, el mensaje y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Las escuelas primarias y secundarias brindan una educación adventista de excelencia cuando:
• Desarrollan, para la institución, un plan espiritual extensivo y un currículo para cada asignatura que, además de buscar la excelencia académica, apoyen la cosmovisión adventista e integren la fe en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
• Emplean docentes adventistas plenamente comprometidos y profesionalmente competentes que estén involucrados de manera activa en su iglesia local, y que integren la fe en el proceso de enseñanza y aprendizaje mientras instruyen a sus alumnos para que sean buenos miembros de iglesia y buenos ciudadanos.
• Colaboran con los padres y las congregaciones locales para garantizar que cada alumno tenga conocimiento del evangelio de Cristo y tenga la oportunidad de tomar una decisión por él y de ser bautizado.
• Hacen comprender a los estudiantes la verdad bíblica con respecto a la función del pueblo de Dios de los últimos días y la manera en que ellos mismos pueden participar en el cumplimiento de la misión de la iglesia.
• Logran que el personal y los alumnos participen en actividades comunitarias adaptadas a la edad de cada uno y planifican oportunidades para la testificación en la comunidad.
• Participan de manera sistemática en un proceso de evaluación espiritual desarrollado por la división y aplicado por la unión o asociación correspondientes, y proporcionan informes anuales a la junta directiva de la institución y a los diversos constituyentes implicados en el proyecto educativo.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para los colegios superiores y las universidades
Los colegios superiores y las universidades adventistas ofrecen una educación académica sólida, en los niveles de licenciatura y de posgrado, a los estudiantes adventistas y a los de las comunidades cercanas que aprecien la oportunidad de estudiar en un ambiente adventista, cuando:
• Desarrollan un plan espiritual extensivo —propuesto por el personal de la institución y aprobado por su junta directiva— que identifique las verdades y valores espirituales —tanto los relacionados con el conocimiento como con las relaciones personales— que la institución se ha comprometido a compartir con sus estudiantes, y saben ver las oportunidades por medio de las cuales se piensan transmitir esos valores durante la etapa universitaria.
• Conservan una atmósfera, tanto en las aulas como en el campus, que garantiza oportunidades para la instrucción académica y para el conociemiento del evangelio, con el objeto de que sus egresados sean reconocidos, por la iglesia y por la sociedad, por su excelencia académica y espiritual, debido a que son hombres y mujeres equilibrados mental, espiritual y socialmente, hombres y mujeres que aman al Señor, que mantienen en alto las normas divinas en su vida diaria, que ayudan a formar congregaciones locales sólidas y prósperas, y que actúan como la sal y la luz de sus comunidades, sean laicos u obreros.
• Confirman, sin dejar lugar a dudas, en las aulas y en la vida diaria de la institución, las creencias, las prácticas y la visión mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, compartiendo el gozo del evangelio, demostrando confianza en el papel divinamente establecido para el movimiento adventista y en su significado dentro del plan de Dios para estos últimos días, facilitando programas para que tanto el personal docente y no docente como los estudiantes puedan testificar y llevar a cabo actividades de servicio cristiano, y estimulando al personal docente y no docente a que vivan un estilo de vida consecuente que se manifieste por medio de relaciones positivas y constructivas con los estudiantes.
• Emplean docentes adventistas plenamente comprometidos y profesionalmente competentes, activos en su iglesia local y capaces de integrar la fe y el conocimiento en el contexto de la formación de sus estudiantes, de manera que estos lleguen a ser miembros productivos tanto de la sociedad como de la iglesia del Señor; docentes que pueden interactuar con los padres de los estudiantes y con las demás personas interesadas en la educación a fin de comprender y poner en práctica las elevadas expectativas académicas y espirituales que tiene este programa educativo al servicio de la juventud.
• Evalúan el cumplimiento de los objetivos trazados en el plan de desarrollo espiritual por medio de un programa de evaluación elaborado por el personal docente y aprobado por la junta directiva respectiva, diseñado en forma lo suficientemente específica como para que permita evaluar todos los aspectos de la vida en el campus, guiar a la administración para que se puedan adoptar las medidas ratificantes o correctivas que sean necesarias, y que sirva de base a los informes anuales sobre la salud espiritual de la institución que serán presentados a la junta directiva y a los diversos entes que participan en el proceso educativo.
• Presentan su plan de desarrollo espiritual y su programa de evaluación a un panel internacional de educadores altamente cualificados nombrado por la Asociación General, el que a su vez entregará a la junta directiva del colegio superior o universidad una valoración por escrito de dicho plan y de su programa de análisis y evaluación.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las instituciones de salud
Las instituciones adventistas de salud ofrecen una atención integral de la más elevada calidad a la comunidad a la que sirven cuando desarrollan un plan de evaluación espiritual que incluye:
• Crear una atmósfera positiva, bien planificada, que enfatice la presencia sanadora del Señor.
• Formar un equipo de personal médico y de enfermería de la máxima competencia profesional, orientados hacia la misión, que demuestren compasión y atiendan con delicadeza a los pacientes dentro del contexto de su fe cristiana y de las creencias distintivas adventistas.
• Asegurarse de que todos los que se encuentren dentro del ámbito de influencia de la institución sean conscientes de que ese centro de atención sanitaria está afiliado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, por medio del desarrollo de programas de orientación del personal y de testificación a la comunidad que presentan de manera positiva tanto la institución de salud como la iglesia a la que esta sirve.
• Estimular con tacto las inquietudes espirituales de los pacientes y responder a ellas de manera sistemática.
• Destinar los recursos financieros y humanos posibles a la participación en la misión local, nacional y mundial de la Iglesia en las áreas de atención y educación para la salud.
• Poner de manifiesto responsabilidad en el cumplimiento de la misión por medio de la participación, al menos una vez cada tres años, en un proceso de evaluación que sea desarrollado, planificado y supervisado por la junta directiva de la división correspondiente, y que evalúe sus progresos en función de los resultados concretos y mensurables obtenidos en términos de misión.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las instituciones de comunicación: editoriales, centros multimedia, librerías y estaciones de radio
Las instituciones adventistas de comunicación ofrecen materiales y programas de calidad que refuerzan la misión de la Iglesia y el compromiso de sus miembros con la misión cuando:
• Presentan iniciativas para distribuir únicamente aquello que contribuye a la proclamación del evangelio y a la edificación de los miembros de iglesia dentro del contexto del mensaje para el tiempo del fin.
• Planifican o apoyan actividades de evangelización que pueden generar contactos personales y, donde sea posible, cuentan con la participación de la congregación local.
• Hacen uso de la tecnología y los medios de comunicación teniendo en cuenta los recursos económicos disponibles, de modo que se saque el máximo partido al empleo de los recursos en la misión de la iglesia.
• Coordinan iniciativas con otras entidades de la Iglesia para garantizar la interacción con y el apoyo a los programas y proyectos relacionados.
• Asignan personal, en la medida de sus posibilidades, para ayudar a los pastores y a las congregaciones con los programas de seguimiento de las personas que responden a las iniciativas misioneras de la Iglesia, y coordinan un sistema de retroalimentación para el desarrollo o la modificación de sus productos.
• Establecen, bajo la dirección de las juntas de gobierno correspondientes, sistemas para la revisión periódica de materiales y programas, tanto para los miembros como para el público en general, con el fin de proporcionar un análisis de la eficacia en el logro de las metas misioneras, garantizar la armonía de los materiales producidos con las creencias y prácticas adventistas, y preparar informes que puedan ser presentados en cada encuentro del territorio al que sirven y en la junta anual.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las fábricas de alimentos
Las fábricas adventistas de alimentos desarrollan productos que contribuyen de manera positiva a la salud y que, al mismo tiempo, brindan recursos que ayudan a proclamar el evangelio en el tiempo del fin, cuando:
• Fabrican y comercializan únicamente productos que están de acuerdo con los principios divinos de alimentación y salud.
• Adiestran a su personal para que informe al público en general sobre las características de un estilo de vida sano y ayude a los miembros de iglesia a disfrutar cada vez más de una mejor salud.
• Ofrecen alimentos vegetarianos a bajo costo a los países en vías de desarrollo.
• Ponen en marcha programas mediante los cuales, quienes hayan recibido la influencia del mensaje de salud, puedan recibir información adicional sobre la iglesia.
• Incluyen en su presupuesto recursos para contribuir con la misión de la iglesia sobre una base establecida por la junta directiva de la división correspondiente.
• Evalúan perdiódicamente su desempeño en términos de eficiencia, recuperación de las inversiones y aportación a la misión de la iglesia, sobre la base de un sistema administrado por su junta y establecido por la junta de la división correspondiente, en consulta con la Asociación Internacional de Alimentos Saludables.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las asociaciones, misiones y uniones
Las asociaciones, misiones y uniones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que cuentan con líderes que tienen una relación personal con Cristo y se someten a la conducción del Espíritu Santo, pueden motivar a miembros, pastores, docentes y empleados de la denominación para que presenten a sus vecinos y en sus comunidades la verdad de salvación para el tiempo del fin. Además, pueden supervisar y dar prioridad a los planes, iniciativas y recursos financieros que pongan en primer lugar el testimonio continuo en favor de la ganancia de almas y la edificación espiritual de los conversos. Alcanzan estos objetivos cuando:
• Identifican y promueven los objetivos espirituales tanto de evangelización como de crecimiento de la asociación, misión o unión y cuando, por medio de la planificación estratégica y financiera, incluyen la participación colectiva de sus miembros y organizaciones.
• Ponen de manifiesto, por medio de un ejemplo personal de liderazgo, que la Iglesia continúa adelante sin vacilaciones con la tarea que Dios le encomendó de testificar a este mundo agonizante y necesitado.
• Alimentan la vida espiritual de los pastores, los miembros de iglesia y las congregaciones de manera que puedan crecer en su experiencia de discipulado y experimentar modos de cumplir con la comisión evangélica.
• Ejercen un buen liderazgo administrativo en las instituciones y entidades que están bajo su dirección para garantizar que todas sigan enfocadas en la misión de la iglesia, y desarrollan iniciativas para establecer nuevas congregaciones en las comunidades y zonas donde sean necesarias.
• Garantizan que las provisiones presupuestarias para las actividades de evangelización locales, nacionales y mundiales estén en cuidadoso equilibrio con los fondos destinados al crecimiento de los creyentes, y demuestran que ambos constituyen para ellas la máxima prioridad.
• Cooperan con la división correspondiente en el desarrollo de procesos de evaluación que han de ser considerados por una comisión designada por la Asociación General. Mediante estos procesos de evaluación, miembros, pastores, congregaciones, instituciones, asociaciones, misiones y uniones pueden determinar su compromiso y eficacia en la tarea de llevar adelante la comisión evangélica, e informar de los resultados obtenidos en sus respectivas juntas y congresos.
Qué implica el «compromiso total con Dios» para las divisiones y la Asociación General
La Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y las divisiones que cuentan con dirigentes que tienen una relación personal con Cristo y se someten a la conducción del Espíritu Santo, proporcionan una dirección general y mundial para la vida espiritual y la misión de la iglesia, desarrollan planes y reglamentos estratégicos, generan iniciativas y programas, y destinan recursos humanos y financieros de maneras que demuestran urgencia por completar la misión de la iglesia y su obediencia a la orden de ir… enseñar… bautizar… y hacer discípulos, cuando:
• Dan prioridad —en los concilios anuales y en los concilios de primavera [u otoñales en el hemisferio sur] de las juntas directivas de la Asociación General y de sus divisiones correspondientes— a la edificación de la vida espiritual de una iglesia en crecimiento con la clara misión de proclamar el evangelio eterno en el tiempo del fin y de llevar los mensajes de los tres ángeles a todo el mundo.
• Nombran pequeñas comisiones con representación internacional, según sea necesario, para evaluar y formular recomendaciones a las juntas respectivas sobre los programas de evaluación que están en marcha.
• Garantizan que las administraciones y las juntas de las instituciones bajo su dirección aplican procesos de rendición de cuentas en el ámbito espiritual que evidencien su dedicación a la misión en estos días finales, y que demuestren su efectividad en lograrla.
• Exigen que las iniciativas y las actividades de alcance limitado, por más que tengan algún mérito en sí mismas, estén realmente subordinadas a los objetivos misioneros generales de la Iglesia, y dirigen la distribución de fondos para promover la proclamación del evangelio a todo el mundo.
• Garantizan que todos comprenden con claridad cuál es la misión de la Iglesia y que esta ha de ponerse en práctica mediante procesos de evaluación que permitan constatar el progreso en el cumplimiento de los objetivos misioneros, que incluyen tanto la edificación de los miembros como las actividades de evangelización.
• Desarrollan un plan de evaluación y desarrollo espiritual, que ha de ser supervisado por una comisión designada en cada nivel por la junta directiva de la división correspondiente o de la Asociación General, y que tendrá el propósito de evaluar la eficacia de la división o de la Asociación General en relación con la misión de la iglesia, y de ayudar a todos los niveles de la organización de la Iglesia y a todas las instituciones a evaluar la efectividad de sus planes de evaluación y desarrollo espiritual.
Realmente, el mandato espiritual es claro: Id… enseñad… bautizad… haced discípulos. Los miembros comprometidos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y todos los empleados de la Iglesia deben recordar que cada cual tendrá que rendir cuentas a Dios en relación con este mandato. Algún día, ante el gran tribunal, el Señor preguntará: «¿Qué has hecho, apoyado en mi gracia, con tus dones, tus talentos y con las oportunidades que te di?».
Como hace dos mil años, el Señor ordena hoy a su iglesia: «Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Id… enseñad… bautizad… haced discípulos… Estar totalmente comprometido con Dios exige el cumplimiento de esta comisión, que sigue siendo la base de la única y verdadera medida del éxito.
Documento aprobado por la Junta Directiva de la Asociación General en el Concilio Anual de San José, Costa Rica, 1 al 10 de octubre de 1996.