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Declaraciones oficiales

Confianza en el Espíritu de Profecía

Nosotros, los delegados del 56° Congreso de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, reunidos en Utrecht, alabamos y agradecemos a Dios por el don del Espíritu de Profecía que por su gracia nos ha otorgado.

En Apocalipsis 12, el apóstol Juan identifica a la iglesia de los últimos días como el remanente, «el resto […] que guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jesucristo» (vers. 17). Creemos que en esta breve declaración profética, el apóstol describe a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que no solo guarda «los mandamientos de Dios» sino que también tiene «el testimonio de Jesucristo», que es «el espíritu de profecía» (Apoc. 19: 10).

En la vida y el ministerio de Elena G. de White (1827-1915) se cumplió la promesa de Dios de proporcionar y conceder a la iglesia remanente el «espíritu de profecía». Aunque Elena G. de White jamás reclamó para sí misma el título de «profetisa», creemos que hizo la obra de un profeta, y aún más, afirmó: «Mi misión abarca la obra de un profeta, pero no termina ahí» (Mensajes selectos, t. 1, p. 40). «Si otros me llaman así [profetisa], no lo discuto» (ibíd., p. 39). «Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo» (ibíd., p. 40).

La misión primordial de Elena G. de White consistió en dirigir la atención hacia las Sagradas Escrituras, y escribió: «Poco caso se hace a la Biblia, y el Señor ha dado una luz menor para guiar a los hombres y las mujeres a la luz mayor» (El colportor evangélico, p. 174). Ella creía que, aunque sus escritos eran una «luz menor», eran luz, y que la fuente de esa luz es Dios.

Los adventistas del séptimo día creemos que «en su Palabra Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa» (El conflicto de los siglos, «Introducción», p. 9). Aunque consideramos que el canon bíblico está cerrado, creemos también, como creyeron los contemporáneos de Elena G. de White, que sus escritos poseen autoridad divina, tanto en lo que se refiere a la vida cristiana como a la doctrina. Por lo tanto, recomendamos:

1. Que como iglesia procuremos el poder del Espíritu Santo para aplicar de manera más plena a nuestras vidas los consejos inspirados que contienen los escritos de Elena G. de White.

2. Que realicemos mayores esfuerzos por publicar sus escritos y hacer que circulen por todo el mundo.

 

Declaración aprobada el 30 de junio de 1995 en el Congreso de la Asociación General de Utrecht, Holanda.

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