Cada vez es mayor el acceso de civiles a las armas de fuego automáticas o semiautomáticas de tipo militar. En algunas regiones del mundo resulta relativamente fácil adquirir dichas armas. Se las puede ver no solo en la calle, sino también en manos de jóvenes en las escuelas. Se cometen muchos delitos con este tipo de armas. Están diseñadas para matar. No tienen ningún uso recreativo legítimo.
Las enseñanzas y el ejemplo de Cristo constituyen hoy la guía para los cristianos. Nuestro Señor vino al mundo para salvar vidas, no para perderlas (Luc. 9: 56). Cuando Pedro sacó su arma, Jesús le dijo: «Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán» (Mat. 26: 52). Jesús nunca fue cómplice de la violencia.
Algunos sugieren que prohibir la venta de armas de fuego limita los derechos de las personas, y que no son las armas sino los seres humanos los que cometen los delitos. Si bien es cierto que la violencia y las inclinaciones delictivas conducen a las armas, también es cierto que el libre acceso a las armas de fuego conduce a la violencia. La oportunidad que tienen los civiles de comprar u obtener por diversas vías todo tipo de armas de fuego automáticas o semiautomáticas no puede sino incrementar el número de muertes por actos delictivos. En los Estados Unidos el número de armas en manos de civiles se ha triplicado durante los últimos cuatro años. Durante este mismo período se ha producido un incremento alarmante en el número de agresiones con armas de fuego y de muertes resultantes de dichas agresiones.
En la mayoría de los países esas armas no pueden ser adquiridas por medios legales. La Iglesia considera con alarma la relativa facilidad con la que pueden ser conseguidas en algunos lugares. Su accesibilidad no puede sino abrir la puerta a nuevas tragedias.
Las metas de los cristianos han de ser la búsqueda de la paz y la conservación de la vida. El mal no puede frenar con eficacia al mal, sino que tiene que ser vencido con el bien. Junto con otras personas de buena voluntad, los adventistas deseamos cooperar en la utilización de todo medio legítimo para reducir y erradicar, donde sea posible, las causas básicas de la criminalidad. Asimismo, si tomamos en cuenta la seguridad pública y el valor de la vida humana, consideramos que la venta de armas de fuego automáticas y semiautomáticas debe ser rigurosamente controlada. De esa forma se reduciría el uso de armas por parte de individuos con perturbaciones mentales y de criminales, y especialmente de personas involucradas en el narcotráfico y en actividades de pandillas callejeras.
Declaración pública dada a conocer por Neal C. Wilson, presidente de la Asociación General, tras consultas con los dieciséis vicepresidentes de la Iglesia Adventista mundial, el 5 de julio de 1990, en el Congreso de la Asociación General de Indianápolis, Indiana.