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Las terapias génicas humanas

Los últimos avances en medicina y en tecnología genética han hecho posible tratar algunas enfermedades humanas mediante la alteración de los genes de las células del paciente. Aunque los métodos del naciente campo de la medicina genética aún se encuentran en desarrollo, el ritmo de los ensayos clínicos y los progresos recientes indican que las terapias génicas llegarán a ser en el futuro una opción médica común y versátil. Esta perspectiva pone de relieve la necesidad de que los cristianos identifiquen los principios morales que han de aplicarse a la práctica de las terapias génicas humanas.

Descripción general

Las terapias génicas utilizan el ADN y el ARN —las moléculas químicas que conforman los genes— para curar o eliminar defectos heredados y enfermedades contraídas. El material genético terapéutico puede ser destinado a reemplazar los genes defectuosos de las células de los pacientes, o a proporcionar información genética adicional que permita regular la función de los genes normales. El ADN puede provenir de casi cualquier fuente: de los animales, las plantas, los microbios y los virus; puede ser incluso sintético, sin correspondencia alguna en el mundo natural. El material que se emplea en estas terapias puede producir resultados temporales o permanentes, según se desee. A menudo los resultados que se obtienen gracias a las terapias génicas no pueden obtenerse por ningún otro método. Las enfermedades que se consideraron en primer término para aplicar las terapias génicas fueron afecciones hereditarias relativamente poco frecuentes. Más adelante, se pasó a dar preferencia al tratamiento genético de afecciones comunes como el cáncer, las enfermedades coronarias, la hipertensión y la diabetes, entre otras.

El problema técnico que ha limitado la utilidad de las terapias génicas ha sido descubrir formas eficientes de introducir los genes en un gran número de determinadas células para producir mayores beneficios. En la mayoría de los ensayos clínicos se utilizan virus a manera de «vectores» o «vehículos» para transportar el nuevo ADN, porque los virus son increíblemente eficientes para infectar las células con sus propios genes. Un virus vector típico se crea eliminando los genes que el virus usaría para duplicarse o dañar sus células huésped, y reemplazándolas con genes terapéuticos. En diversos casos se han usado los adenovirus (virus del resfriado común), los retrovirus (emparentados con el VIH), los virus adenoasociados (pequeños virus que, hasta donde se sabe, no causan ninguna enfermedad), los herpesvirus y otros. Todos los virus vectores poseen características que limitan su utilidad y, por ello, su uso suele presentar riesgos médicos. Pueden desarrollarse otros medios para insertar genes en las células sin la participación de virus, pero los métodos no virales suelen resultar menos efectivos.

Terapia génica somática

Las categorías de las terapias génicas vienen definidas por su capacidad de convertir en hereditarios los cambios que generan. La terapia génica somática altera los genes de células que pueden estar ubicadas en cualquier lugar del organismo, con excepción de las células reproductoras. Se han propuesto como blancos muchos órganos diferentes: la médula ósea, el hígado, los músculos, la piel, los pulmones, los vasos sanguíneos, el corazón y el cerebro. Sin embargo, la terapia somática evita de manera deliberada efectuar cambios que puedan ser transmitidos a la descendencia del paciente. Por consiguiente, esta forma de terapia genética comparte el mismo propósito de la medicina tradicional, a saber, salvar la vida y aliviar el sufrimiento del paciente.

La terapia génica somática se divide en dos clases según sea la manera en que se introducen los nuevos genes. En muchas ocasiones, en primer lugar se extraen las células del paciente para ser tratadas en el laboratorio, un procedimiento que suele ser denominado terapia génica ex vivo. Tras la modificación genética, las células se introducen de nuevo en el paciente con la esperanza de que se ubiquen en el tejido en cantidades suficientes como para lograr el efecto deseado. Puesto que es necesario diseñar los protocolos ex vivo de manera individual para cada paciente, exigen mucho trabajo y resultan muy costosos. El objetivo actual es lograr la modificación genética in vivo, por medio de la introducción de genes terapéuticos directamente en el paciente. En la actualidad, ninguno de los vehículos disponibles tiene la capacidad de buscar de manera efectiva las células que constituyen el blanco e inyectar su carga de genes con la suficiente eficiencia como para obtener los efectos deseados.

Si bien se han hecho muchos ensayos clínicos de terapia somática, pocos han tenido un éxito inequívoco. Las técnicas de introducción de genes terapéuticos en el cuerpo de las células aún son primitivas, ineficientes y potencialmente riesgosas. La muerte de un joven paciente en un ensayo clínico hacia finales de 1999 demostró que no se había alcanzado un nivel adecuado de seguridad.

Terapia génica germinal

A diferencia de la terapia génica somática, la terapia génica germinal produce cambios genéticos que afectan también a las células reproductoras. Como resultado, los cambios pueden ser heredados por la descendencia del paciente original. Esto significa que la terapia génica germinal tiene como finalidad mejorar no solo la condición del paciente, sino también de las siguientes generaciones. En ese sentido, representa un objetivo fundamentalmente nuevo de las intervenciones médicas. Ofrece la ventaja potencial de eliminar la causa de una afección debilitante, en lugar de tratar en forma separada a los individuos afectados de cada generación sucesiva.

La técnica requiere introducir el ADN manualmente y con gran precisión en los óvulos fertilizados o en las células de los embriones en etapas muy tempranas de su desarrollo. En la actualidad, las modificaciones germinales solo se llevan a cabo en animales. Además de los riesgos para la salud que comparte con las tecnologías avanzadas de reproducción,* la terapia génica germinal ha sido asociada a un elevado riesgo de muerte embrionaria y fetal, a la muerte infantil, a anormalidades físicas y a defectos genéticos. Más allá del problema esencial de la seguridad del método, la terapia génica germinal plantea serios dilemas éticos. Entre ellos la falta de consentimiento de la persona no nacida, la evaluación de las consecuencias a largo plazo de las alteraciones genéticas, la posible reducción de la diversidad humana como resultado de la eliminación sistemática de rasgos específicos, el determinismo genético impuesto por las decisiones del paciente original y de los terapeutas genéticos, la posibilidad de que la terapia génica germinal sea utilizada en programas de eugenesia, y la problemática cuestión de si conviene usarla para llevar a cabo mejoras estéticas. Debido a estos dilemas éticos y de seguridad aún no resueltos, se suele desaconsejar e incluso prohibir el uso de este método.

Los principios bíblicos

Si bien las terapias génicas aún se hallan en sus inicios, es nuestra responsabilidad moral como cristianos reflexivos ser conscientes del potencial que tienen para satisfacer necesidades humanas, comprender los riesgos genéticos y biológicos que conllevan, y evitar su uso inapropiado. Toda decisión relacionada con este campo tan complejo y cambiante debería tomarse en armonía con los siguientes principios bíblicos:

1. Alivio del sufrimiento y preservación de la vida. La Biblia nos muestra que a Dios le preocupan nuestra salud, nuestro bienestar y la restauración de sus criaturas (Prov. 3: 1-8; Sal. 103: 2, 3; Mat. 10: 29- 31, 11: 4, 5; Hech. 10: 38; Juan 10: 10). Dios nos ordena de manera explícita que continuemos con su ministerio de curación (Mat. 10: 1; Luc. 9: 2). En la medida en que las terapias génicas puedan prevenir las enfermedades genéticas y restaurar la salud, deberían ser aceptadas como un medio de cooperar con la iniciativa divina de aliviar los sufrimientos que pueden ser evitados.

2. Seguridad y protección contra todo daño. Las Escrituras nos piden que defendamos a los más vulnerables (Deut. 10: 17-19; Sal. 9: 9; Isa. 1: 16-17; Mat. 25: 31-46; Luc. 4: 18, 19). Cuando una determinada enfermedad o afección no amenaza la vida, únicamente ha de considerarse una intervención genética cuando se haya logrado un nivel elevado de seguridad y se pueda proteger la vida en todas las etapas del procedimiento. Incluso en situaciones en que la vida esté en peligro, los riesgos de las intervenciones genéticas han de ser cuidadosamente sopesados con respecto a las perspectivas de curación.

3. Honrar la imagen de Dios. Los seres humanos han sido creados a la imagen de Dios (Gén. 1: 26, 27), y por lo tanto tienen una naturaleza y un estatus diferentes a las demás criaturas de la tierra. Dios les ha dado capacidades para razonar, apreciar los valores espirituales y tomar decisiones morales (1 Rey. 3: 9; Dan. 2: 20-23; Fil. 4: 8, 9; Sal. 8: 3-8; Ecl. 3: 10, 11). Es necesario ejercer suma precaución ante cualquier acto que pueda modificar en forma permanente el genoma humano de maneras que afecten a esas capacidades.

4. Protección de la autonomía humana. Dios concede gran valor a la libertad humana (Deut. 30: 15-20; Gén. 4: 7). Es preciso rechazar toda alteración genética que limite las capacidades individuales, restrinja la participación en la sociedad, reduzca la autonomía o socave la libertad individual.

5. Comprender la creación de Dios. Dado que Dios ha concedido a los seres humanos inteligencia y creatividad, es su propósito que ellos asuman la responsabilidad sobre su creación (Gén. 1: 28) y que cada vez comprendan mejor los principios de la vida, que incluyen la función del cuerpo humano (Mat. 6: 26-29; 1 Cor. 14: 20; Sal. 8: 3-9; 139: 1-6; 13-16). Las investigaciones y los ensayos éticos no pueden sino aumentar nuestro aprecio por la sabiduría y la bondad divinas.

 

Documento adoptado en abril de 2000 por la Comisión de Perspectivas Cristianas sobre la Vida Humana de la Asociación General.

* Ver la declaración del 26 de julio de 1994 de la Comisión de Perspectivas Cristianas sobre la Vida Humana titulada «La reproducción asistida o fecundación artificial» (p. 325)

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