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Los adventistas condenamos y procuramos combatir toda forma de discriminación basada en la raza, la tribu, la nacionalidad, el color o el sexo. Creemos que todo ser humano ha sido creado a imagen de Dios, quien hizo de una sangre a todas las naciones (Hech. 17: 26). Trabajamos a fin de dar continuidad al ministerio de reconciliación de Jesucristo, quien murió por todo el mundo, de manera que en él «ya no hay judío ni griego» (Gál. 3: 28). Cualquier manifestación de racismo atenta directamente contra el corazón del evangelio de Cristo.

Uno de los problemas más preocupantes de nuestros tiempos es la manifestación de racismo y tribalismo que se produce en muchas sociedades, en ocasiones con violencia, y siempre denigrando tanto a hombres como a mujeres. La Iglesia Adventista del Séptimo Día, como organización mundial con presencia en más de doscientos países, procura promover la aceptación, el amor y el respeto hacia todas las personas, y hacer llegar este mensaje restaurador a todos los estamentos sociales.

Una de las enseñanzas básicas de nuestra iglesia es la igualdad de todas las personas. La Creencia Fundamental número 14 de la Iglesia Adventista indica: «En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, y las diferencias entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, varones y mujeres, no deben causar divisiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos unió en comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas» (Manual de la Iglesia, edición 2010, pp. 174, 175).

 

Declaración aprobada por la Junta Administrativa de la Asociación General y dada a conocer por Robert S. Folkenberg, presidente de la Asociación General, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, 29 de junio al 8 de julio de 1995.

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