VOTADO: adoptar el documento Declaración Sobre la Visión Bíblica de la Vida Intrauterina y sus Implicaciones para el Aborto, que dice lo siguiente:
Declaración sobre la visión bíblica de la vida intrauterina y sus implicaciones para el aborto
Los seres humanos son creados a la imagen de Dios. Parte del don que Dios nos concedió como humanos es la procreación, la habilidad de participar en la creación junto con el Autor de la vida. Ese don sagrado siempre debería ser valorizado y estimado. En el plan original de Dios, todo embarazo debería ser el resultado de la expresión de amor entre un hombre y una mujer comprometidos el uno con el otro en matrimonio. Un embarazo debería ser deseado, y cada bebé debería ser amado, valorado y nutrido aun antes del nacimiento. Infelizmente, desde la entrada del pecado, Satanás se ha esforzado intencionalmente para arruinar la imagen de Dios, desfigurando todos sus dones, incluyendo el de la procreación. En consecuencia, a veces, las personas se enfrentan con dilemas y decisiones relativas a un embarazo.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día está comprometida con las enseñanzas y los principios de las Sagradas Escrituras, que expresan los valores de Dios en la vida y proporcionan orientaciones para futuros padres y madres, equipos médicos, iglesias y todos los creyentes, en cuestiones de fe, doctrina, comportamiento ético y estilo de vida. Aunque no sea la conciencia de los creyentes de forma individual, la iglesia tiene el deber de transmitir los principios y las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Esta declaración afirma la santidad de la vida y presenta principios bíblicos relacionados con el aborto. Según esta declaración, el aborto se define como cualquier acción destinada a interrumpir el embarazo, y no incluye la interrupción espontánea de un embarazo, también conocida como aborto espontáneo.
Principios y enseñanzas bíblicos relacionados con el aborto
Como la práctica del aborto debe ser examinada a la luz de las Escrituras, los siguientes principios y enseñanzas bíblicos proveen orientación para la comunidad de fe y para los individuos afectados por esas elecciones tan difíciles:
- Dios defiende el valor y la santidad de la vida humana. La vida humana es del más alto valor para Dios. Habiendo creado a la humanidad a su imagen (Gén. 1:27; 2:7), Dios tiene un interés personal en las personas. Dios las ama y se comunica con ellas, y ellas a su vez pueden amarlo y comunicarse con él.La vida es un don de Dios, y Dios es el Dador de la vida. En Jesús está la vida (Juan 1:4). Él tiene vida en sí mismo (Juan 5:26). Él es la Resurrección y la Vida (Juan 11:25; 14:6). Él provee vida en abundancia (Juan 10:10). Quien tiene al Hijo tiene la vida (1 Juan 5:12). También es el Sustentador de la vida (Hech. 17:25- 28; Col. 1:17; Heb. 1:1-3), y se describe al Espíritu Santo como el Espíritu de vida (Rom. 8:2). Dios se preocupa profundamente por su Creación y, especialmente, por la humanidad.
Además, la importancia de la vida humana se ve recalcada por el hecho de que, después de la Caída (Gén. 3), Dios “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Aunque Dios pudo haber abandonado y destruido a la humanidad pecadora, optó por la vida. Como consecuencia, los seguidores de Cristo serán resucitados de entre los muertos y vivirán en comunión cara a cara con Dios (Juan 11:25, 26; 1 Tes. 4:15, 16; Apoc. 21:3). Así, la vida humana es de valor inestimable. Eso vale para todas las fases de la vida humana: niños no nacidos, niños de varias edades, adolescentes, adultos y ancianos, independientemente de sus capacidades físicas, mentales y emocionales. También es válido para todos los humanos sin distinción de sexo, etnia, estatus social, religión y cualquier otra cosa que pueda distinguirlos. Tal comprensión de la santidad de la vida da un valor inviolable e igual a toda y cualquier vida humana, y exige que sea tratada con el máximo respeto y cuidado.
- Dios considera al niño que aún no nació como vida humana. La vida prenatal es preciosa a los ojos de Dios, y la Biblia describe el conocimiento de Dios sobre las personas antes de que sean concebidas. “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Sal. 139:16). En algunos casos, Dios guió directamente la vida prenatal. Sansón debía ser “nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer” (Juec. 13:5, NVI). El siervo de Dios dijo: “Jehová me llamó desde el vientre” (Isa. 49:1, 5). Jeremías ya había sido elegido profeta antes de nacer (Jer. 1:5), al igual que Pablo (Gál. 1:15), y Juan el Bautista sería “lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (Luc. 1:15). Refiriéndose a Jesús, el án- gel Gabriel explicó a María: “también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Luc. 1:35). En su encarnación, el propio Jesús experimentó el período prenatal humano y fue reconocido como el Mesías e Hijo de Dios después de ser concebido (Luc. 1:40-45). La Biblia ya atribuye alegría al niño no nacido (Luc. 1:44) y hasta rivalidad (Gén. 25:21-23). Los niños aún no nacidos tienen un lugar seguro con Dios (Job 10:8-12; 31:13-15). La ley bíblica muestra un fuerte respeto por la protección de la vida humana y considera un daño grave la pérdida de un bebé o de una madre como consecuencia de un acto violento (Éxo. 21:22-23).
- La voluntad de Dios con relación a la vida humana está expresada en los Diez Mandamientos y fue explicada por Jesús en el Sermón del Monte. El Decálogo fue dado al pueblo del pacto de Dios y al mundo para guiar su vida y protegerla. Sus mandamientos son verdades inmutables que deberían ser apre- ciadas, respetadas y obedecidas. El salmista alaba la Ley de Dios (por ejemplo, Sal. 119), y Pablo la llama santa, justa y buena (Rom. 7:12). El sexto Mandamiento afirma: “No matarás” (Éxo. 20:13), y apela a la preservación de la vida humana. El principio de preservar la vida establecido en el sexto Mandamiento pone al aborto dentro de ese esquema. Jesús reforzó el mandamiento de no matar en Mateo 5:21 y 22. La vida está protegida por Dios. Esta no se mide por las habilidades de los individuos o su utilidad, sino que su valor está en ser creación de Dios y por el amor sacrificial puesto en ella. La personalidad, el valor humano y la salvación no son conquistados o merecidos, sino concedidos por la gracia de Dios.
- Dios es el Dueño de la vida y los seres humanos son sus mayordomos. Las Escrituras enseñan que Dios es el Dueño de todo (Sal. 50:10-12). Dios tiene una doble reivindicación sobre los seres humanos. Le pertenecen porque él es el Creador. Por lo tanto, es su Dueño (Sal. 139:13-16). También le pertenecen porque es el Redentor y los compró por el precio más alto, su propia vida (1 Cor. 6:19, 20). Eso significa que todos los seres humanos son mayordomos de todo lo que Dios les confió, incluyendo su propia vida, y la vida de sus hijos y de los que están en gestación.La administración de la vida también incluye asumir responsabilidades que de alguna forma limitan sus elecciones (1 Cor. 6:19, 20). Siendo Dios el Dador y Dueño de la vida, los seres humanos no tienen el control absoluto sobre sí mismos y deberían intentar conservar la vida siempre que sea posible. El principio de la mayordomía de la vida obliga a la comunidad de creyentes a guiar, apoyar, cuidar y amar a los que están enfrentando decisiones sobre el embarazo.
- La Biblia enseña el cuidado del débil y el vulnerable. Dios mismo cuida de los desfavorecidos y oprimidos, y los protege. “Él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos. Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos” (Deut. 10:17, 18, NVI; cf. Sal. 82:3, 4; Sant. 1:27). Él no permite que los hijos sean responsables por los pecados de los padres (Eze. 18:20). Dios espera lo mismo de sus hijos, los llama para ayudar a aliviar las cargas de los vulnerables (Sal. 41:1; 82:3, 4; Hech. 20:35). Jesús habla del menor de sus hermanos (Mat. 25:40), por el cual sus seguidores son responsables, y de los pequeñitos que no deben ser despreciados o perdidos (Mat. 18:10-14). Los menores, es decir, los que aún no nacieron, deberían ser contados entre ellos.
- La gracia de Dios promueve la vida en un mundo manchado por el pecado y la muerte. La naturaleza de Dios es proteger, preservar y sustentar la vida. Además de la providencia de Dios sobre su Creación (Sal. 103:19; Col. 1:17; Heb. 1:3), la Biblia reconoce los amplios, devastadores y degradantes efectos del pecado en la Creación, incluso en el cuerpo humano. En Romanos 8:20 al 24, Pablo describe el impacto de la Caída, que sujetó la Creación a la vanidad. En consecuencia, en casos raros y extremos, la concepción humana puede producir gestaciones con perspectivas fatales y/o anomalías de nacimiento graves con riesgo de muerte que presentan dilemas excepcionales a individuos y matrimonios. Las decisiones en esos casos pueden quedar a conciencia de los individuos involucrados y de sus familias. Esas decisiones deben ser bien informadas y guiadas por el Espíritu Santo y por la visión bíblica de la vida descrita anteriormente. La gracia de Dios promueve y protege la vida. Los individuos en esas situaciones desafiantes pueden buscar al Señor con sinceridad, y encontrar dirección, aliento y paz en él.
Implicaciones
La Iglesia Adventista del Séptimo Día considera el aborto como falto de armonía con el plan de Dios para la vida humana. Afecta al ser antes de nacer, a la madre, al padre, a los miembros cercanos o lejanos de la familia, a la familia de la iglesia y a la sociedad, con consecuencias a largo plazo para todos. Los creyentes buscarán confiar en Dios y seguir su voluntad, sabiendo que él tiene en mente los mejores intereses.
Aunque no apoye el aborto, la iglesia y los miembros son llamados a seguir el ejemplo de Jesús, quien estaba “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14), para (1) crear una atmósfera de amor verdadero y lleno de gracia, cuidado pastoral bíblico y apoyo amoroso a los que enfrentan decisiones difíciles relacionadas con el aborto; (2) solicitar la ayuda de familias funcionales y comprometidas, y educarlas para que presten asistencia a individuos, matrimonios y familias en dificultades; (3) alentar a los miembros de la iglesia a abrir sus hogares a las personas necesitadas, incluyendo padres solteros, hijos sin padres y niños adoptivos o que esperan ser adoptados; (4) cuidar profundamente y apoyar de varias formas a las mujeres embarazadas que deciden quedarse con sus hijos que aún están en gestación; y (5) ofrecer apoyo emocional y espiritual a las que por diversas razones abortaron o fueron obligadas a abortar y pueden estar sufriendo física, emocional y/o espiritualmente.
La cuestión del aborto presenta enormes desafíos, pero ofrece a los individuos y a la iglesia la oportunidad de ser lo que ellos anhelan ser, la confraternidad de hermanos y hermanas, la comunidad de creyentes, la familia de Dios, que revela el amor inmensurable e infalible del Señor.
Esta declaración fue aprobada por el Comité Ejecutivo de la Asociación Geneneral de la Iglesia Adventista del Séptimo Día el 16 de octubre de 2019, durante el Concilio Anual realizado en Silver Spring, Maryland.