Los progresos de la tecnología médica han conducido a la creación de diferentes tipos de intervenciones cuyo propósito es asistir a la procreación humana. Procedimientos como la inseminación artificial, la fecundación in vitro, úteros de alquiler, la transferencia embrionaria y la clonación, proporcionan cada vez más opciones de reproducción humana. Para los cristianos que desean actuar conforme a la voluntad de Dios en este aspecto, dichas intervenciones plantean ciertos dilemas morales.
El deseo de tener hijos es un sentimiento fuertemente arraigado. Cuando este deseo se frustra debido a problemas de infertilidad, el desencanto provocado por la incapacidad de procrear se convierte en un peso abrumador para muchos matrimonios. El desencanto que sienten merece nuestra comprensión y apoyo. No debe sorprendernos que muchas parejas que sufren problemas de infertilidad recurran a las nuevas tecnologías que favorecen la fecundación para tratar de recuperar sus ilusiones perdidas. Sin embargo, de la mano del poder de esas tecnologías llega la responsabilidad de decidir cuándo utilizarlas, e incluso si utilizarlas o no.
Convencidos de que a Dios le preocupan todas las dimensiones de la vida humana, los adventistas procuran descubrir y poner en práctica los principios divinos relacionados con la fecundación. La capacidad de procrear es un don divino, y ha de ser utilizado para glorificar a Dios y bendecir a la humanidad. Mediante un cuidadoso estudio de la Biblia y el ministerio del Espíritu Santo, la comunidad de fe puede identificar los principios fundamentales que orientan la toma de decisiones en relación con este asunto. Entre los principios fundamentales, se encuentran los siguientes:
1. La reproducción humana forma parte del plan de Dios (Gén. 1: 28), y los niños son una bendición del Señor (Sal. 127: 3; 113: 9). Cuando se emplean en armonía con los principios bíblicos las técnicas médicas que ayudan a las parejas estériles a tener hijos pueden aceptarse con tranquilidad de conciencia.
2. Quienes no hayan tenido hijos no tienen por qué cargar con un estigma social ni moral. Nadie debería ser presionado, con o sin asistencia médica cualificada, a tener hijos (1 Cor. 7: 4, 7; Rom. 14: 4; Mat. 19: 10-12; 24: 19; 1 Tim. 5: 8). La decisión de emplear técnicas de reproducción asistida es sumamente personal y ha de ser tomada conjuntamente por los dos cónyuges, sin ningún tipo de coacción. Existen muchas razones aceptables, incluidas la salud y las exigencias especiales de algunos tipos de servicio cristiano (1 Cor. 7: 32, 33), para que una persona decida no procrear o poner límites a la procreación.
3. El ideal de Dios para los niños es que puedan disfrutar de los beneficios de una familia estable con la participación activa del padre y de la madre (Prov. 22: 6; Sal. 128: 1-3; Efe. 6: 4; Deut. 6: 4- 7; 1 Tim. 5: 8). De ahí que los cristianos puedan buscar ayuda profesional para el proceso de reproducción únicamente dentro de los límites de la fidelidad y la continuidad del matrimonio. Recurrir a una tercera persona, como sucede por ejemplo en el caso de los donantes de esperma, las donantes de óvulos y el alquiler de vientres, implica diversos problemas médicos y éticos que es mejor evitar. La identidad familiar y genética es asimismo fundamental para el bienestar individual. Las decisiones relacionadas con la reproducción asistida deben tomar en cuenta el impacto que tendrán sobre la herencia genética familiar.
4. La vida humana ha de ser tratada con sumo respeto en todas las fases de su desarrollo (Jer. 1: 5; Sal. 139: 13-16). La fecundación artificial exige que seamos sensibles al valor de la vida humana. Procedimientos como la fecundación in vitro requieren tomar decisiones previas sobre el número de óvulos que serán fertilizados y asumir el dilema moral que implica la eliminación de los preembriones que no sean utilizados.
5. Las decisiones concernientes a la procreación han de basarse en información completa y precisa (Prov. 12: 22; Efe. 4: 15, 25). Las parejas que estén considerando recurrir a algún método de reproducción asistida deberían buscar toda la información posible. Los profesionales de la salud tienen que comunicar sin reservas la naturaleza de los procedimientos, los riesgos físicos y emocionales, los costos, los éxitos documentados y los elementos que pueden limitar las probabilidades de éxito.
6. Los principios de la mayordomía cristiana son relevantes a la hora de tomar decisiones respecto a la fecundación artificial (Luc. 14: 28; Prov. 3: 9). Algunas tecnologías son sumamente costosas; por consiguiente, las parejas que buscan ayuda profesional en este ámbito han de analizar de manera responsable los gastos que supongan.
Los cristianos que se vean en la tesitura de tener que aplicar estos principios pueden confiar en que el Espíritu Santo los orientará a la hora de tomar decisiones (Juan 16: 13). Al mismo tiempo, la comunidad de fe debería tratar de entender las aspiraciones de los matrimonios sin hijos y las situaciones que se ven obligados a enfrentar (Efe. 4: 11-16). Entre las alternativas que pueden considerar las parejas sin hijos se encuentra la adopción. Cuando deban tomar una decisión, estas parejas deberían sentir que pueden confiar en que su familia espiritual los comprenderá.
Documento recomendado por la Comisión sobre la Perspectiva Cristiana de la Vida Humana en Pine Springs Ranch, California, 10 al 12 de abril de 1994, y aprobado por la Junta Administrativa de la Asociación General en Silver Spring, Maryland, el 26 de julio de 1994.