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Mientras que legisladores y culturas de diversos países pueden dedicarse a debatir los límites y consecuencias de la pornografía (materiales con perversiones sexuales), los adventistas de cualquier cultura, sobre la base de los principios eternos, sostienen que la pornografía es destructiva, degradante, insensibilizadora y explotadora.

• Destructiva de las relaciones maritales, porque corrompe el propósito divino de que el esposo y la esposa se mantengan en tan estrecha unión que lleguen a ser, simbólicamente, «una sola carne» (Gén. 2: 24).

• Degradante porque reduce a la mujer, y en algunos casos al hombre, a un mero objeto sexual unidimensional y desechable, no considerándola como un ser integral de naturaleza física, mental y espiritual, y privándola de este modo del valor y el respeto que merece y de sus derechos como hija de Dios.

• Insensibilizadora del observador o lector, porque cauteriza la conciencia y ciega a las personas, provocando la «depravación mental» (Rom. 1: 22, 28).

• Explotadora, complaciente con la lascivia y básicamente abusiva, por lo tanto, es contraria a la regla de oro, que insiste en que uno trate a los demás como desea ser tratado (Mateo 7: 12). Particularmente ofensiva es la pornografía infantil. Dijo Jesús: “A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar” (Mateo 18: 6).

Aunque Norman Cousins ​​puede no haberlo dicho en lenguaje bíblico, ha escrito perspicazmente: “El problema con esta amplia pornografía abierta … no es que corrompe sino que insensibiliza; no que desate las pasiones sino que paralice las emociones; eso no fomenta una actitud madura, sino que es una reversión a las obsesiones infantiles; no es que quite las anteojeras, sino que distorsiona la vista. Se proclama la destreza pero se niega el amor. Lo que tenemos no es liberación, sino deshumanización ”(Saturday Review of Literature, 20 de septiembre de 1975).

Una sociedad plagada de estándares de decencia que se desploman, aumento de la prostitución infantil, embarazos de adolescentes, agresiones sexuales a mujeres y los niños, las mentalidades dañadas por las drogas y el crimen organizado no pueden permitirse la contribución de la pornografía a estos males. Sabio, en verdad, es el consejo del primer gran teólogo del cristianismo: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8-9). Este es el consejo que todo los cristianos haríamos bien en prestar atención.

 

Declaración pública dada a conocer por Neal C. Wilson, presidente de la Asociación General, el 5 de julio de 1990, tras consultas con los dieciséis vicepresidentes de la Iglesia Adventista mundial, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Indianápolis.

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