La epidemia del sida afecta profundamente a la misión de evangelización mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Los dirigentes de la iglesia han de estar preparados para dar respuestas, a través de iniciativas de educación, prevención y servicio comunitario, y mediante actos personales de bondad, a las familias afectadas por este problema. El sida no respeta fronteras, confesiones religiosas, sexo, estado civil, educación, posición económica, ni estatus social. En muchos países, esta enfermedad está diezmando la población y acabando con la vida de multitud de seres humanos, incluyendo miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Todos, y en especial los jóvenes a quienes les ha tocado crecer en una época de relajación moral, necesitamos conocer los principios bíblicos relacionados con la sexualidad y el plan de Dios de que la intimidad sexual sea practicada dentro de la protección del pacto matrimonial. Los líderes de la iglesia deben proporcionar información confiable y actualizada a los miembros, en un lenguaje que puedan entender y teniendo en consideración la cultura de la que proceden. La iglesia ha sido llamada a ser una voz profética y también compasiva, el portavoz y las manos de Dios para extender el ministerio de Cristo en la comunidad.
En sus esfuerzos por alcanzar a todas las razas y pueblos como parte de su misión mundial, la iglesia atrae a sus filas a muchas personas que han sido infectadas por el virus del sida antes de unirse a la iglesia, o que tienen familiares con sida. La epidemia es de tal magnitud que, en último término, de una manera u otra toda familia se verá afectada. Muchos se han contagiado por razones ajenas a ellos mismos. En ningún caso resulta apropiado manifestar una actitud crítica hacia nadie, principalmente porque la fuente de contagio no puede ser determinada con certeza. Muchos han experimentado vergüenza, temor y angustia al ver a alguno de sus familiares sufrir y morir de sida, y a menudo se han visto forzados a guardar el secreto de su dolorosa situación. Así como Cristo vino a ofrecer sanidad a un mundo doliente, así también a los adventistas les ha sido encomendado mostrar su compasión hacia los que sufren y se ven afectados por el virus del sida. Si son adecuadamente instruidos para ello, los miembros de la iglesia pueden servir a otros sin renunciar a su seguridad, atendiendo a estos pacientes en sus hogares o en instituciones de salud.
Recomendaciones
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce su responsabilidad cristiana de responder a la crisis global del sida y a sus devastadores resultados sobre la humanidad, y desea hacerlo de múltiples maneras, que incluyen:
1. Extender las enseñanzas y el ministerio de curación de Cristo — quien, sin prejuicios, atendió a los necesitados— por medio de la participación en campañas para reducir los riesgos de contraer el sida, y del cuidado compasivo y sin juicios de valor de todos los afectados directa o indirectamente por esta enfermedad.
2. Designar en cada división de la Iglesia una persona que, juntamente con el personal y los recursos financieros que puedan conseguirse, responda a los desafíos que presenta el sida por medio de iniciativas adecuadas y esfuerzos de cooperación con otras entidades de las comunidades o de los países correspondientes.
3. Desarrollar y coordinar programas de educación sobre el sida usando los recursos de la Guía sobre VIH/sida cuando sea posible.* Los programas deberían ser adaptados a cada contexto según las particularidades lingüísticas y culturales del lugar, y estar dirigidos a:
a. Los pastores: Por medio de cursos de educación continua y de encuentros que tengan por objetivo prepararlos para relacionarse con los miembros afectados por dicha enfermedad. Los pastores necesitan información sobre cómo prevenir el sida, y cómo desarrollar un ministerio solidario y cumplir con las funciones eclesiásticas relacionadas, como por ejemplo conducir el servicio fúnebre de una persona que falleció a causa de dicha enfermedad.
b. Los docentes: Es necesario ofrecer a los docentes cursos de educación continua e instrucción práctica con énfasis en las transmisión de valores espirituales y en el desarrollo de aptitudes que permitan a los jóvenes sobrellevar las presiones sexuales.
c. Los padres: Se debe concienciar a los padres para que sean ejemplos de un estilo de vida que enaltezca los valores cristianos, y que reconozca que el consumo de bebidas alcohólicas u otras sustancias que provocan dependencia ejerce un impacto negativo directo sobre los valores y las prácticas sexuales de sus hijos.
d. Los miembros de iglesia: Se les puede brindar información sobre la sexualidad en general y el sida en particular por medio de los sermones, las guías de estudio de la Biblia (folleto de la Escuela Sabática), consejería prematrimonial, actividades que fortalezcan el vínculo conyugal, seminarios sobre el sida y programas de estudio.
e. La comunidad: La iglesia necesita reconocer la oportunidad de testificar por Cristo y servir a la comunidad, ofreciendo programas misioneros adecuados y participando en esfuerzos solidarios con otras instituciones de la comunidad.
4. Proteger y fortalecer el matrimonio, para lo cual es necesario:
a. Defender el ideal de abstinencia de las relaciones sexuales prematrimoniales.
b. Prescribir, como parte de la preparación prematrimonial que ofrece la iglesia, las pruebas del VIH en el caso de las parejas que desean contraer matrimonio.
c. Hacer hincapié en el ideal divino de la fidelidad conyugal.
d. Recomendar medidas de protección contra las enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH.
5. Transmitir los valores cristianos a la siguiente generación, reconociendo que los valores sexuales individuales se establecen durante la juventud. Debería darse prioridad a la transmisión de información exacta, la celebración de foros de discusión abierta y a destacar las dimensiones morales de la toma de decisiones en relación con la sexualidad.
* Proporcionado por el Departamento de Salud y Templanza de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, en cooperación con los miembros de la Comisión de Estudio del SIDA de la Asociación General.