Los adventistas creemos que todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios y que, por lo tanto, representan a Dios como sus mayordomos, para cuidar del medio ambiente de manera fiel y beneficiosa para la humanidad.
Desgraciadamente, la corrupción y la explotación han llegado a ser el modo en que los seres humanos administran estas responsabilidades. Cada vez más, hombres y mujeres participan de una destrucción megalómana de los recursos de la tierra, lo que ha dado como resultado incontables sufrimientos, problemas ambientales y la amenaza del cambio climático. Si bien las investigaciones científicas se hallan todavía en curso, resulta claro por las evidencias acumuladas que el incremento de la emisión de gases destructivos, el deterioro de la capa protectora de ozono, la destrucción masiva de los bosques de América y el efecto invernadero ponen en riesgo el ecosistema del planeta.
Estos problemas se deben en gran medida al egoísmo humano y a su deseo egocéntrico de poseer cada vez más y más, lo que conlleva una producción en constante crecimiento, un consumismo sin límites y el agotamiento de los recursos no renovables. La crisis ecológica tiene sus raíces en la codicia de la humanidad y en su negativa a ser mayordomos fieles y respetuosos con los límites de la creación de Dios.
Los adventistas defendemos un estilo de vida sencillo y saludable, elegimos no participar en los hábitos de consumismo ilimitado, de la búsqueda incesante de bienes y la producción de desperdicios. Hacemos un llamamiento a respetar la creación, moderarnos en el uso de los recursos del planeta, reevaluar nuestras propias necesidades y reafirmar la dignidad de la vida creada.
Declaración aprobada por la Junta Administrativa de la Asociación General y dada a conocer por el presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, 29 de junio al 8 de julio de 1995.