Los adventistas defienden el derecho de todo niño a disfrutar de un hogar feliz y estable, y a recibir la libertad y el apoyo que le permita crecer para llegar a ser la persona que Dios espera que sea. En 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció la importancia fundamental de los niños al adoptar la «Convención sobre los Derechos del Niño».
En armonía con estos elevados principios, y considerando el valor que Jesús dio a los niños cuando expresó: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos» (Mat. 19: 14, NVI), procuramos ayudar a los niños que sufren de las siguientes influencias destructivas:
Pobreza. La pobreza afecta al desarrollo de los niños, porque los priva del alimento, vestido y vivienda que necesitan, y afecta negativamente su salud y educación.
Analfabetismo. El analfabetismo hace que para los padres resulte más difícil obtener salarios apropiados o atender a su familia, o que los niños se desarrollen al máximo.
Atención sanitaria deficiente. Millones de niños no tienen acceso a los servicios de salud porque no poseen una cobertura adecuada de seguros o viven en lugares donde no existe atención médica.
Explotación y vulnerabilidad. Se corrompe y se explota a los niños cuando son usados como mano de obra barata, como esclavos, en conflictos armados, para dar placer sexual a pederastas, o cuando son expuestos a materiales de contenido sexual explícito en los medios de comunicación y en Internet.
Violencia. Cada año muchos niños sufren una muerte violenta. La inmensa mayoría de los que sufren en conflictos armados son mujeres y niños. Los niños cargan con profundas secuelas físicas y psicológicas, aun después del cese de las hostilidades.
En respuesta a los problemas y las necesidades mencionados, los adventistas defienden los siguientes derechos de los niños:
1. A vivir en un hogar estable donde reciban amor y se sientan seguros y libres de abusos.
2. A que se les proporcione alimento, vestido y vivienda adecuados.
3. A recibir atención médica apropiada.
4. A acceder a una educación que los prepare para desempeñar un papel positivo en la sociedad por medio del desarrollo del potencial de cada uno, y que les permita generar sus propios ingresos.
5. A recibir una educación moral y religiosa en el hogar y en la iglesia.
6. A no sufrir discriminación ni explotación.
7. A ser respetados como personas y a desarrollar una autoestima sana.
Declaración aprobada por la Junta Administrativa de la Asociación General y dada a conocer durante el Congreso de la Asociación General de Toronto, Canadá, 29 de junio al 9 de julio de 2000.