Durante las últimas décadas, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sentido la necesidad de establecer con claridad y de diversas maneras su posición respecto al matrimonio, la familia y la sexualidad humana. Estos asuntos se encuentran en el centro mismo de las acuciantes problemáticas que tiene que enfrentar nuestra sociedad. Lo que durante siglos se venía considerando como moral cristiana básica en el contexto del matrimonio, está siendo cada vez más y más cuestionado, no solo en la sociedad secular, sino también en el seno de las propias iglesias cristianas.
Las instituciones de la familia y el matrimonio están sufriendo fuertes embestidas y enfrentan fuerzas centrífugas que las están destrozando. Un número cada vez mayor de países está debatiendo la cuestión de las uniones del mismo sexo, convirtiéndola en un asunto de interés mundial. Los
debates públicos han provocado sentimientos encontrados. A la luz de estos acontecimientos, la Iglesia Adventista del Séptimo Día expone una vez más con claridad su posición.
Reafirmamos, sin la menor vacilación, nuestra posición histórica, tal y como ha sido expresada en la Creencia Fundamental número 23: «El matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús para que fuera una unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, en amante compañerismo» (Manual de la Iglesia, edición 2010, p. 178). Aunque «el pecado ha desvirtuado los ideales de Dios para el matrimonio y la familia», «los lazos familiares son los más estrechos, tiernos y sagrados de todas las relaciones humanas que se establecen en la tierra», por lo que «las familias necesitan experimentar una renovación y un cambio en sus relaciones» (ver declaración Reafirmación de la familia, 1990, pp. 47-48). Dios «instituyó el matrimonio como un pacto basado en la unión física, emocional y espiritual de los dos sexos, que las Escrituras definen como “una sola carne”[…] La unión matrimonial monógama de un hombre y una mujer es […] el único ámbito moralmente apropiado para el contacto genital o la intimidad sexual[…]. Cualquier otra inferior a ese elevado ideal desvirtúa el propósito divino» (ver declaración Reafirmación del matrimonio, 1996, pp. 59-60).
La homosexualidad es una manifestación del trastorno y el quebrantamiento de las inclinaciones y relaciones humanas que se produjeron por la entrada del pecado a este mundo. Si bien todos estamos sujetos a una naturaleza humana caída, «creemos que, por la gracia de Dios y mediante el apoyo de la comunidad de la fe, cualquier persona puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios» (La homosexualidad, 1999, p. 160).
Sostenemos que todos los seres humanos, sin importar su orientación sexual, son hijos de Dios. No aprobamos que se señale a ningún grupo para hacerlo objeto de burlas o escarnio, y menos aún de abuso. A pesar de ello, está claro que la Palabra de Dios no aprueba el estilo de vida homosexual, ni lo ha hecho la iglesia cristiana a lo largo de sus dos mil años de historia. Los adventistas creemos que la enseñanza bíblica sigue siendo válida en el presente, porque está inscrita en la propia naturaleza del ser humano y en el plan de Dios para el matrimonio establecido en la Creación.
Documento aprobado el 9 de marzo de 2004 por la Junta Administrativa de la Asociación General.