Si algo tenemos que tener presente todos los cristianos es el deseo de ser salvos y por supuesto, nuestra fe en Dios. Por eso que no podemos dejar de separar nuestros recursos económicos, de nuestra relación directa con el Señor. Cuando estos elementos se unen en un mismo punto, es cuando veremos las verdaderas bendiciones del cielo, bendiciones que están recogidas bajo las promesas de nuestro Dios.
La misión es importante y es todo un reto para cada uno de nosotros. Es formidable poder elaborar un sistema metódico y personal de mayordomía, en donde veremos a diario nuestro compromiso con Dios y con nuestra iglesia. Ser generosos con el Señor, es ser generosos con el prójimo y con nosotros mismos. Velemos por nuestros intereses espirituales y Dios nos recompensará. (Malaquías 3:10 “Traed el diezmo íntegro al templo, y haya alimento en mi casa. Y probadme en esto – dice el Eterno Todopoderoso-, a ver si no os abro las ventanas del cielo, y vacío sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”).
Predicar la Palabra de Dios, es la mayor premisa que tiene cualquier cristiano. Pongamos nuestros talentos a sus pies, para que El toque los corazones de las personas. La Iglesia Adventista del Séptimo Día vela para que cada uno de sus miembros sean verdaderos administradores fieles y serviciales, administradores entregados y confiados a la única e importante misión a realizar “que todo el mundo conozca más de Dios” y cuando esto suceda entonces estaremos preparados para que el Señor venga de nuevo, por segunda vez, reinando con nosotros por toda la eternidad.
Salmo 23: 1 “El Eterno es mi pastor, nada me faltará” El nos lo promete una y otra vez, caminemos confiados y seguros de su mano, dejemos que El haga por nosotros y seguro que nos protegerá y colmará de abundantes bendiciones. Presentemos nuestras necesidades al Señor y continuemos fielmente sus caminos, pues El nos guiará, ahora y siempre.