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Desde que en 1956 se estableció la Obra Filantrópica y Asistencia Social Adventista (OFASA), la Iglesia Adventista ha dado una prioridad continua a la ayuda humanitaria y al desarrollo comunitario.

Hoy día, la obra humanitaria adventista llega a más de 120 países y sirve a decenas de millones de personas por año. Esta prioridad surge de una profunda creencia en el servicio. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios hizo provisión para los pobres y menos afortunados que vivían en Israel. En el Nuevo Testamento, los escritos del apóstol Pablo muestran a una iglesia cristiana que dio de buena gana y con generosidad para apoyar a sus necesitados (Deuteronomio 15:1-11, 2 Corintios 8:8-15)

En nuestro mundo abundan las guerras, los desastres naturales, la pobreza y el hambre, y se nos motiva a alcanzar a los que sufren en nombre de Jesús. Nuestra fe nos inspira para que mostremos el amor de Cristo al mundo que nos rodea. Puede que la fe expresada en acciones implique sacrificios, pero solo al servir desinteresadamente a otros llegamos a reflejar verdaderamente a Cristo.

Nuestra fe activa se expresa personalmente en el servicio diario a los que nos rodean y, corporativamente, en organizaciones humanitarias tales como la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA). Para los adventistas, no alcanza con reconocer que existe la pobreza. Tenemos que vivir una vida de la cual fluya hacia otros la gracia que Dios nos ha dado, por medio del amor, el cuidado y la generosidad (Mateo 25:31-45).

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