Desde sus mismos comienzos a mediados del siglo XIX, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha apoyado los derechos humanos. Los pioneros adventistas, inspirados por los principios bíblicos, participaron en la lucha contra la esclavitud y la injusticia. Reclamaban el derecho que tiene toda persona a escoger sus creencias de acuerdo con su conciencia y de practicar y enseñar su religión con toda libertad, sin discriminación, respetando en todo momento los mismos derechos de los demás. Los adventistas estamos convencidos de que en el ámbito religioso, el uso de la fuerza es contrario a los principios divinos.
Al promover la libertad religiosa, los valores familiares, la educación, la salud y la solidaridad, y al obrar para satisfacer las necesidades humanas más apremiantes, los adventistas afirmamos la dignidad del ser humano, que ha sido creado a imagen de Dios.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 fue redactada y adoptada por personas que se habían recuperado de una destrucción, desorientación y angustia sin precedentes provocadas por la Segunda Guerra Mundial. Esta experiencia devastadora les dio una visión y un deseo de un mundo futuro de paz y libertad. La Declaración Universal de Derechos Humanos, producto de los mejores y más elevados rasgos del corazón humano, es un documento fundamental que apoya sin ambages la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, y la no discriminación de las minorías. Su artículo 18, que defiende la libertad sin cortapisas de creer y practicar la religión, resulta de especial importancia, porque la libertad religiosa es el derecho básico que subyace y sostiene todos los demás derechos humanos.
Actualmente, a menudo se viola la Declaración Universal de Derechos Humanos, y el artículo 18 no es una excepción. A pesar del avance de los derechos humanos en muchos países, con frecuencia la intolerancia muestra sus terribles garras. La Iglesia Adventista del Séptimo Día insta a las Naciones Unidas, las autoridades de los diversos gobiernos, los líderes religiosos, los creyentes y las organizaciones no gubernamentales a que trabajen en forma sistemática para que esta Declaración se lleve a la práctica. Políticos, líderes sindicales, maestros, empresarios, representantes de los medios de comunicación y pensadores deberían apoyar con firmeza los derechos humanos. De esta manera contribuirían a reducir el creciente y violento extremismo religioso, la intolerancia, los delitos raciales y la discriminación basada en la religión o en el secularismo antirreligioso. Así, la Declaración Universal de Derechos Humanos alcanzaría más notoriedad e importancia, y no correríamos el riesgo de que se convirtiera en un documento irrelevante.
Declaración aprobada el 17 de noviembre de 1998 por la Junta Administrativa de la Asociación General dada a conocer por su Departamento de Relaciones Públicas.