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Es el libro más vendido del mundo y, aun así, suele ser el menos leído de cualquier casa. Fue escrito hace varios milenios, y a primera vista puede por cierto parecer irrelevante. El hecho que sea un libro más grande que una novela promedio también puede parecer una propuesta demasiado grande, en especial cuando uno carece de tiempo.

No obstante, la Biblia no es una novela promedio. Es una carta de amor, un libro de historias, una lección de historia, una guía de autoayuda y una colección de citas inspiradoras, todo en el mismo libro.

Investigaciones llevadas a cabo por la Universidad Baylor hallaron que los cristianos que leen la Biblia tienen mayores probabilidades de buscar activamente la justicia social y económica; creen que es importante consumir o usar menos bienes; y tienen menos probabilidades de ver incompatibilidad entre la religión y la ciencia, entre otras cuestiones morales y políticas.

También hay otro estudio publicado en Mental Health, Religion and Culture, que mostró que “la lectura de la Biblia realiza una pequeña pero singular contribución en la promoción de un sentido de propósito en la vida entre [los jovencitos de 13 a 15 años]”.

Aun así, esas no son las principales razones por las cuales los adventistas estudian la Biblia. Leemos la Biblia para llegar a conocer al Dios que nos ama, para aprender de las historias y experiencias de otros, para descubrir las historias de nuestros orígenes y para quedarnos maravillados ante la profecía, para obtener ideas sobre cuál debería ser nuestra forma de vivir, y para leer las muchas promesas de Dios, que nos dan esperanza, paz y confianza.

En pocas palabras, los adventistas estudian la Biblia porque están enamorados de la Palabra, “y la Palabra […] era Dios” (Juan 1:1, DHH).

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